Honor
“Al Rey la hacienda y la vida; se
han de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios” El alcalde de Zalamea; D. Pedro Calderón de la Barca
Así habla el protagonista de una
de las obras de nuestro siglo de Oro, para justificar él haber condenado a
muerte al violador de su hija, hija a la que recluirá en un convento, no porque
tenga vocación, sino porque era ya una mujer sin honor; en tan poco tenían el honor de las mujeres que
se lo podían robar a la fuerza.
El honor la fama
Que deben ser respetados pero no
idolatrados, y, lo son y lo han sido, y me temo lo seguirán siendo, el honor,
la fama del prójimo son súper sagrados,
son el honor de Dios; por eso no tengo derecho a calumniar ni a murmurar
de nadie, no lo tengo tampoco sin motivo
a vejar o insultar en público
Tengo también derecho a exigir
respeto a mi honor y mi fama, incluso
con medios legales.
Derecho a ocultar ante el mundo,
la sociedad situaciones propias o familiares que puedan minusvalorar la propia dignidad, pero nadie, nadie, tiene
derecho para mostrar una honra falsa, a quebrantar derechos de otros
Un padre no tendría no tiene
derecho a hacer lo que hizo el personaje ficticio ¿creo? Del Alcalde de
Zalamea, encerrando a su hija en un convento, primero porque su hija no perdió
el honor al ser violada, si no la
virginidad física que no es lo mismo, y porque la vocación religiosa no se
impone, ni se prohíbe por los padres es
cosa de Dios.
Pero tampoco tiene derecho la
mujer que se ha quedado encinta sin ser de su esposo a matar al hijo que lleva
en su seno, para salvar el honor de su familia, y esto independientemente de
que esa concepción fuese originada por
un acto voluntario o de fuerza
Ni los padres de la joven que se
queda embarazada, a someterla a un aborto, para salvar su honor, porque ese
honor es falso, lo que dará honor a esa
joven será el educar a su hijo
Ni, la delación política en
sitios de tiranía, para ser bien visto por el régimen que sea.
El honor no merece sacrificios
humanos, no se puede convertir en un ídolo, y a veces el mayor honor será
reconocer las propias culpas, y asumir las responsabilidades con orgullo.