domingo, 12 de marzo de 2017

El aguijón de San Pablo


El aguijón de San Pablo

En un artículo de la Revista “Ciudad Nueva” leí que el aguijón del que habla San Pablo ( era seguramente una enfermedad)

Esto me hizo pensar un poco

¿Podría ser? Es cierto que en la época de Pablo, “demonios” era a veces como decir microbios, pero no creo que lo fuese en éste caso; el apóstol tenía por colaborador al médico Lucas; cuando cuenta esto en los Hechos la visita de Pablo a aquel enfermo de disentería, no, nombra al demonio por ningún lado, no, lo siento pero no podía referirse a una enfermedad, y no podía porque además Pablo, acaba diciendo “así cuando soy débil, soy fuerte”

Pues bien, mi opinión es que el hombre puede, con ayuda de la Gracia, vencerse y dominarse moralmente,  pero si uno es miope, por ejemplo, por más que quiera ver perfectamente no puede.

Hace tiempo, y en un libro (no mío), y del que no quise saber nada, leí que Pablo era homosexual (no gay) Pablo era virgen, puro, casto;  entonces aquello me molesto, me turbó, y mande a su autor “al infierno”;  y es que para mí entonces, la homosexualidad sólo podía ser activa; no me daba cuenta de que lo mismo que hay, heterosexuales castos, los puede haber homosexuales  y que esa homosexualidad no sólo no es pecado, si no que es heroica; ¿Podría ser éste el aguijón de Pablo contra el que luchaba, y al que venció siempre, y por eso no se casó?

 De ser así, que gran santo, que gran modelo, de lucha tienen nuestros hermanos homosexuales

Y si, no fue ese, si su aguijón, fue el de su genio iracundo,  de sus ganas (nunca perdió sus bríos) de arrasar a los que no aceptaban a Cristo, como antes “angelito” arrasaba con los que lo confesaban; de hacer picadillo con sus manos a los blasfemos; de maldecir, vencía porque perdonaba, amaba a sus perseguidores como el mismo Cristo; exponía no imponía, dominaba su genio su carácter para gloria de Dios, y convertía lo que hubiese sido maldición en bendición, era firme, sin ser tirano...

Sí es así,  Pablo es mi santo, es una figura de la que tengo que aprender, a dejar que Dios se muestre en mi debilidad, mi genio; mi temperamento, para gloria de Dios.

Y sea lo que sea, fuese cual fuese la tentación, o inclinación dominante que dominase a Pablo, esta clara la lección que Dios nos da por  él: Te basta mi gracia que la fortaleza se manifiesta en la debilidad