Jesús hombre del Espíritu Santo
Jesús en cuanto hombre fue creado por el Espíritu Santo, de la tierra virgen, que es el útero de María, la sangre de María, ya sabemos que lo que hace una Persona divina, lo hacen las otras dos, pues Dios es uno solo, pero al ser un acto de Amor se atribuye, al Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, no suple al germen paterno, ni al padre humano, prescinde del, crea hace que María conciba sin que allá célula masculina, y hace más llena de todos los dones, de todas las gracias de un modo insuperable, aquel embrión, aquel cigoto lo hace capaz, lo une al Verbo que es Dios lo mismo que el Espíritu Santo, de forma que aquel niño embrión, es un niño humano, que se sigue desarrollando como todos, es al mismo tiempo Dios, es Dios y es criatura
Pero El Espíritu Santo, no hace una ensalada de naturalezas, Jesús es totalmente hombre, humano, y como humano es como Adan al ser creado, pero en versión divinamente mejorada, no tiene el pecado, como no lo tenía Adan, el pecado que tenemos todos, es un regalo de la culebrilla
Pero fuera de ello Jesús, como hombre porque no se mezclan las naturalezas, aunque el Verbo se apropie de todo, como hombre es debil, fragil precisa la iluminación del Espíritu Santo, para conocer la voluntad de Dios, su fuerza para aceptarla y cumplirla, y ser dócil a la misma
Y, Jesús lo fue siempre, se dejo conducir por el Espíritu Santo, los evangelios lo dicen muy claro, fue siempre fiel al querer de Dios y sometió su voluntad humana a la divina, aunque lo llevase a la Cruz, por eso El Espíritu Santo, lo llenó completamente como a un odre, por ello, pudo decir a la samaritana; que quien bebiera del agua, que él le diese no tendría sed, esa agua, era El Espíritu Santo, y, por eso en el Templo dijo, que quien quisiera fuese a beber a él, y, al morir entregó al Padre su Espíritu, y esto con doble significado, por un lado, su alma, pero por el otro El Espíritu Santo, que estaba en él, para que el Padre que mora en cada uno, lo derramase
Al resucitar lo derramó sobre su Iglesia, comunicandole sus dones, y, en Pentecostés lo volvió a derramar sobre la misma, para lanzarla al mundo.
En Jesús la plenitud del Espíritu Santo, es total y de él se derrama a nosotros como de un vaso comunicante