Algunos Salmos, nosotros y Dios. De un cuento de Mamerto Menapace
Recuerdo una persona profundamente cristiana, y persona formada que tenía repelús al rezar la liturgia de las horas ante algunos salmos
No es la única yo me conté entre ellas ya no
Simplemente lo adapto sí mi oración no es con otros a lo que la misma Biblia dice en otro lugar
Así por ejemplo
El autor de la carta a los Hebreos nos dice, “Que la Palabra de Dios es como espada de dos filos”
Pues bien cuando oro en la liturgia con el Salmo que dice
“Con vítores a Dios en la boca
Y espadas de dos filos en las manos. Yo sustituyo espadas por La Palabra de Dios, la Biblia, la Escritura.
San Agustín aprendió a rezar los Salmos en lenguaje fuerte, y a pedir la destrucción de sus enemigos, sí que sean destruídos como malvados y renazcan como hombres justos, lo convirtió en oración de petición
Y claro esta la de ver en esos enemigos los propios pecados y fallos
Pero Mamerto Menapace me hizo ver otra cosa nueva, y es que esos salmos me enseñan a rezar con las tripas, la oración no tiene que ser edulcorada, eso la poesía, ante Dios que es Papá y Mamá, tengo el derecho de patalear de quejarme de echar espumarajos, lo mismo que de alabar y de reir
Sí aunque esto escandalice a los beatos, puedo quejarme del que me ha hecho mal, del que me ha calumniado, si y pedirle pestes es lo que haría un niño con su papá respecto a otro niño, para luego como dice otro Salmo, irme calmando en sus brazos, y acabar pidiendo que bendiga al que me ha herido
Jesús en la cruz oró con el Salmo 23 que llama a sus verdugos, jauría de perros, toros salvajes, y él dió la vida por sus verdugos, y los excuso ante su Padre.