jueves, 11 de mayo de 2023

Ser mujer y soltera en el siglo I


Ser mujer y soltera en el siglo I de nuestra era   
Hay traducciones de La Biblia que han querido hacerlas tan cercanas, que se han olvidado del contexto en que vivían sus autores.
Así p.e, leía yo en una versión de la Biblia de Jerusalén, si no me equívoco, y en Internet, esta traducción del capítulo 7 de la 1ª Corintios
“Sí estimas casarte haces bien, y sí estimas no casarte haces mejor, y si la doncella, es decir la joven virgen, decide casarse hace bien, y si no se casa hace mejor...”
En el siglo I los matrimonios no eran por amor, desde luego no eran porque los jóvenes se enamorasen y decidieran casarse, el matrimonio era para unir familias y dar hijos al Estado, al Pueblo, al Clan, así que eran los padres quienes decidían casar o no casar eso último era rarisimo a sus hijos, y, los prometían a veces de bebés casí, por eso lo que dice Pablo es 
“Sí uno estima casar a su hijo hace bien, sí no lo casa hace mejor, sí alguno quiere casar a su hija doncella, casela no peca por hacerlo, pero quien estime no casarla hace mejor”
Ser mujer en el siglo I, no era fácil mientras era soltera y jovén estaba bajo la tutela del padre, sí esta faltaba del tutor, o de hermanos, primos no importaba si eran menores que ella, sí eran adultos ella les debía obediencia
Al casarse pasaba a depender en todo de la obediencia del marido, y también del suegro
Sí enviudaba quedaba bajo la tutela de hijos varones si ya eran adultos, de suegros y parientes del marido. Y sí aún se podía casar de nuevo, precisaba el permiso de estos
Sí era repudiada divorciada, volvía a estar bajo la tutela de sus padres y hermanos
Solo era realmente libre, cuando era una viuda o divorciada mayor y ya no tenía a nadie del género masculino que mandase en ella.
Por eso es hermoso ver en La Biblia en los Evangelios ya con Jesús, el caso de Juana la señora de Cusa, pero sé ve mejor en Hechos mujeres como Febe que ejerce de diaconisa, Priscila que enseña el Evangelio con su esposo Aquila, en compañía de Pablo, Lidia la vendedora de púrpura, es decir una dama de la alta sociedad, en cuya casa Pablo instaura una de sus “Iglesias” en ningún momento se habla del estado civil de Lidia, es evidente que no podía ser soltera o viuda jovén, pues Pablo se habría tenido que dirigir a los hombres bajo cuya tutela estaba. Así o bien sería viuda sin parientes o hijos varones adultos, o divorciada en la misma situación, o soltera mayor. Pero Pablo y  Silas que eran hombres la tienen en cuenta.
Y no fueron las únicas colaboradoras. La mujer empezaba a contar.