En el Tabor, lo cuenta “el viejo chiquillo Juan”
Queridos hijitos. Permitid a este pobre viejo, que aún siente su alma ardiendo de Amor, que os hablé de aquel día.
Como sabéis no lo incluí en mi Evangelio, el de mi Comunidad, es que no sabía que decir
Ya sé que os extraña, os he llevado tan alto, pero no fui yo, fue Él
Aquel día, era pleno verano, hacia calor, y Jesús nos propuso un pequeño descanso, iríamos a una pequeña loma, por favor, no le pongáis nombre, porque mis amigos Lucas, Mateo, Marcos, tampoco lo hicieron.
Y, es que a esa pequeña loma, también podéis subir cada uno, cuando él quiera. Bueno los que os empeñáis en llamarle el Tabor, tranquilos, eso importa poco
El caso es que fuimos, mi hermano Jacobo, Simón el pescador, el que Jesús llamaba Pedro, y, yo que aún no tenía 14 años.
Al llegar juntos, recitamos la Shema. La oración judía.
Te recuerdo que somos judíos
“Escucha Israel...
Luego se hizo la calma, nos invadió una paz absoluta, y vimos los 3 a Moisés, o a Elías hablando con Jesús
Qué porque supimos que eran ellos, pues no lo sé, pero lo supimos, no escuchábamos lo que hablaban, pero sabíamos que era algo muy doloroso para Jesús, aunque su rostro brillaba e iluminaba todo
Y, no, no se había vuelto transparente, pero sentíamos que era algo más, mucho más grande que nuestro Rabí, su ropa era de un blanco iluminado, el blanco y la luz, tienen relación con la divinidad
A Simón a Pedro, se le ocurrió una idea, para quedarnos allí, pues estábamos llenos de paz, de amor, de serenidad, los restos de los compañeros no habían querido venir, se habían quedado abajo, con el pueblo, que era cansino
Así que Pedro dijo a Jesús. “Rabí, que bien se esta aquí, voy hacer 3 Tabernáculos, uno para ti, otro para Moisés, otro para Elías”
Más tarde sabríamos que aquello era una solemne tontería, Jesús no precisa Tabernáculo, Tienda del Encuentro, Él es la Tienda del Encuentro, de Dios con el hombre, del hombre con Dios. Tampoco Elías y Moisés, cuyas vidas, cuyas palabras, solo tienen sentido en Jesús.
De pronto vino una nube luminosa bellísima, que nos cubrió, fue como entrar de nuevo al seno materno, en realidad estábamos entrando al Seno materno de Dios. Nos invadió el temor, no el miedo, el asombro, nos penetro nos caló el Amor de Dios. Que pronto veríamos hasta donde era es capaz de llegar.
Escuchamos cada uno, en nuestro corazón, una voz dulce, como la Brisa de Elías
Este es mi Hijo amado, mí predilecto, escuchadle. O lo que es lo mismo, seguidle obedecedle.
La Voz, que supimos era la del Eterno, no, nos mandó escuchar a Moisés ni a Elías, sino a Jesús, porque en Jesús su Hijo amado, se condensa todo, solo lo precisamos a él.
Abrimos los ojos, a nuestro lado estaba el Jesús de siempre, que nos hablo, no entendí entonces no entendimos no sé qué de resucitar de entre los muertos.
Queríamos dejar allí, pero nos hizo bajar, había tarea abajo.
Muchas veces pensé lo habríamos soñado, pero sabía que no, no hay sueños compartidos de este tipo.
Pronto lo veríamos hecho un guiñapo, ahora había querido abrir una rendija y mostrarse con su traje de gala
Sabíamos que todo debía conducir a él, Moisés, Elías, la Ley y los profetas, y que nosotros deberíamos a conducir a los demás a Él, que la Ruah divina la Nube divina que como Madre infinita nos cubrió, siempre nos cuidaría para que estuviésemos con él. Y para que volviésemos
Debíamos de seguirle, de obedecerle, era el mandato de Dios su Padre.
Lo pensé lo reflexioné en mi corazón, y lo hable con Mamá, así llamaba a María la Madre de Jesús
Le pregunté a ella muchas veces antes de que Jesús la llevase porque hombre como sigue siendo, echaba en falta sus mimos.
Un día le dije a María
Mamá cuando tú dijiste en Cana a los esclavos que hicieran todo lo que él les mandase, refiriéndose sin nombrarlo a Jesús. ¿Estabas diciendo, lo mismo que el Padre nos dijo en la montaña, cuando nos mandó escuchar a Jesús?
Recuerdo que sonrío. “ Juan, yo solo soy la esclava del Señor, pero sí, Dios me uso para hablar, para decir a los esclavos, deciros a todos lo que el Padre nos dice que hagamos lo que Jesús nos pide, para que no falté el Vino”
El Vino pensé yo, el vino fue en Cana.
Intuyó lo que pensaba, y me dijo.
No Juan el Vino fue en el Gólgota, donde vertió la sangre que tomo en mi vientre, esa sangre que tú viste caer, esa Sangre divina y santísima que nos lava
Tu Mamá le dije no precisabas ser lavada
Es cierto Juan, pero no era mérito mío, no lo precisaba porque él me había lavado antes con esa misma Sangre, que tomaría de mí.
Ese es el Vino, y para que Dios os siga dando ese Vino, es preciso le escuchéis, hagáis su Voluntad.
Ese Vino que tú y los otros cada primer día de La Semana, tomáis en vuestras manos, y os convertís en Él, para que Él pueda de nuevo venir al vino, y hacerlo su Sangre, su Sangre Redentora, al pan y hacerlo su Carne.
Y, si Juan el Padre Dios y su esclava que soy yo, os dijimos lo mismo en esencia. Lo que según Jesús es lógico porque los padres siempre mandan o deben mandar los dos lo mismo.
Un día le pregunté también sí había tenido alguna experiencia como la nuestra, la de la Transfiguración.
Me dijo que no.
La había tenido mayor
Saber que el niño que gestaba, que había gestado, amamantado, educado, enseñado, era el Hijo de Dios, era Dios, a su lado lo nuestro era nada.
Ya voy viejo, estoy cansado apenas veo, me tiemblan las manos, y vacilo al andar, pero por dentro sigo siendo el adolescente enamorado, loco por seguirle, sé que pronto iré a la Casa del Padre, los echó tanto en falta, y sí, sé que él también está en la tierra que el Cielo es Dios, pero quiero verlos de nuevo, a ellos no a Moisés y a Elías no, bueno sí me va alegrar verlos, a quien quiero ver es a Jesús, y sobre todo a Mamá a María. Yo también quiero sus mimos. Y es que bajo mi cuerpo viejo, se esconde el niño de 13 años.