El pecado es un misterio, a veces cometemos el error de decir a los demás, eso es pecado, pero nadie puede decir a otro eso es pecado, o has pecado
Lo que podemos y debemos decir es, eso que vas hacer, o que has hecho, esta prohibido por Dios, en La Escritura, en La Ley natural, en La Iglesia, es decir eso es malo
Después si hay o no pecado, es algo entre la conciencia del sujeto y Dios, y, no sólo por el pleno conocimiento y advertencia, libertad etc.
Sino porque cuando yo quebranto a sabiendas la Ley, cuando decido hacer mi voluntad no lo que manda La Escritura, mi conciencia formada, La Iglesia, no lo hago como oposición a Dios, lo más probable es que ni piense en Dios en ese momento, por lo tanto yo no quiero pecar, nadie quiere pecar, salvo el diablo que no cuenta, yo quiero hacer mi voluntad, que es la que se opone a la de Dios
Y, naturalmente sé que hago algo prohibido, y, lo hago con la libertad que puedo tener como criatura, si no hay libertad no hay quebrantamiento
Y, lo hago pudiendo escoger otras opciones, aunque una sea perder la vida, aquí no entrarían las leyes de La Iglesia
Y, lo hago sabiendo sus consecuencias, dándome cuenta de lo que hago, sí, de que estoy pecando no.
Es decir ni yo, ni nadie ve la relación entre sus actos que sabe no lícitos, con Dios; hasta me podría decir, qué le va afectar lo que yo haga a Dios
Hasta que Dios viene en mi búsqueda, e ilumina mi conciencia, y, me hace ver que mi acto ilícito, ha roto, ha herido su Alianza de Amor, que yo que le digo en la oración, que se haga su Voluntad, he hecho la mía, que he preferido mi voluntad a la suya, que lo he pospuesto, o incluso que lo he dañado, al dañar a otros, el pecado contra el prójimo
Entonces es cuando sostenida por la gracia, reacciono como David ante Natan, me doy cuenta de que he pecado, de que "he herido e dañado a Dios, le he dado la espalda", y, entonces se establece una lucha, en la que Dios va seguir buscándome, una lucha que tiene lugar en mi, en la que intento justificarme, incluso apelando a lo que otros hacen, en la que me acuso sin piedad, y, una Palabra silenciosa, que me recuerda que soy amada, que ni queriendo que se disguste se disgusta Dios conmigo, entonces se me presentan dos posturas, una me auto justifico, y, rechazo que obre mal, la ley moral me la creo yo, presunción, soy caso perdido, desesperación.
O, sostenida por la gracia, reconozco mi culpa, ahora si veo que peque, y, por Jesús pido perdón a Dios, me declaro pecadora, y, en el momento en que me veo como pecadora, que confieso ante Dios que he pecado, Dios por su hijo me declara justificada me llama justa,
Por eso no le puedo decir a nadie que ha pecado, eso sólo Dios. Si, podemos decirle que según nuestra opinión que puede estar errada, lo que hizo va contra La Ley.