sábado, 25 de mayo de 2019

La boda de Felipe II


Felipe II se nos casa

El miércoles 27 de junio de 1554, a las 8 de la mañana, hizo su entrada en A Coruña. Su padre, el emperador Carlos de Habsburgo, había concertado su boda con la reina de Inglaterra, María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Eran parientes, tía y sobrino segundos; ella tenía 38 años, él 27. Su matrimonio de Estado debía servir para restaurar el catolicismo en Inglaterra y afianzar la ayuda inglesa en las guerras contra Francia. El viaje para casarse fue de gran magnificencia, para mostrar el poder de los Habsburgo, y partía desde el puerto coruñés.
Acompañado por su séquito y los regidores coruñeses, el príncipe Felipe atravesó la Pescadería. Nos lo cuenta su criado Andrés Muñoz en el librito Sumario y verdadera relación del buen viaje que el invictissimo Príncipe de las Españas hizo a Inglaterrapublicado ese mismo año. La calle por la que cabalgaba (hoy Real) estaba a ambos lados «hermosamente entapizada» y en ella había un arco triunfal pintado con «muchas figuras muy belicosas», las armas reales y cinco ninfas. Una de ellas tenía escrito: «No basta fuerza ni maña / Contra el Príncipe de España». En lo alto del arco, según nos cuenta Muñoz, estaba Hércules, «rey que fue de España, antes del nascimiento de Cristo, Nuestro Señor, 1668». A sus pies tenía malherido a Caco, que «se hizo rey de Celtiberia, en el tiempo que también un gigante, llamado Gedeon (Gerión), se hizo rey de Extremadura».
Tras franquear Puerta Real, cruzó la ciudad (vieja) hasta llegar al convento de San Francisco donde le cantaron un tedeum. Después se fue a la marina a ver la armada, formada por unas 150 velas de Castilla, Inglaterra y Flandes, suntuosamente engalanadas y empavesadas, y unos 12.000 soldados. Allí le esperaban unos 600 lanceros de Guipúzcoa. Seguidamente fue saludado con una gran salva de cañonazos, que duró una hora, desde los barcos y la fortaleza (que estaba donde hoy está el jardín de San Carlos) y fuego de arcabucería. Más tarde, cuando se dirigía a sus aposentos, salieron de unos 40 bateles, que estaban «a la lengua del agua» (orilla curva del mar), gran cantidad de pescadores que «arrojaron por tierra grandes diversidades de pescados frescos» pasando por encima de ellos a caballo el príncipe y sus grandes nobles que se regocijaron al «ver tan hermosa pesca». La riqueza de la ciudad a sus pies. Al atardecer se alojó en la fortaleza donde pernoctaría. El 12 de julio, tras oír misa en San Francisco, se embarcó. Al día siguiente, a las 3 de la tarde alzaron velas y salieron del puerto tirando cada nave dos cañonazos y respondiendo desde la fortaleza. Llegarían a Inglaterra sin incidentes.


Fuente

www. Lavozdegalicia.es