Pilatos y su mujer hablan de Jesús-
Mi nombre es Poncio Pilato, el de mi esposa Claudia Procula, por aquel entonces yo había sido designado gobernador de la provincia de Judea, no era algo deseable, los judíos no eran como los demás pueblos, comenzando porque sólo tenían un dios, e invisible; no es que yo como romano creyera mucho en Jupiter y su familia, mi esposa Claudia Procula no lo sabía entonces era proselita de la puerta, es decir había abrazado la fe judía, pero exteriormente seguía viviendo como gentil
Cuando aparecieron aquellos hombres con Jesús, me temi una venganza personal hacia él, yo no les era simpatico porque había ordenado algunas ejecucciones, por si fuera poco, me mandaron aviso por un esclavo, ellos no entraron para no contaminarse y comer La Pascua, hablar conmigo con un perro, como me llamaban, los hacía impuros, venían a pedir la muerte para un hombre de su religión a un gentil, eso no los hacía impuros, hablar con el gentil que era yo, sí.
Pero no podía negarme, la acusación que traian contra Jesús, era que por lo visto se proclamaba rey, se lo pregunte, y, no lo nego, pero no rey de ellos, lo tome un poco por loco, y, comunique a los suyos que no veía ninguna culpa, para congraciarme con ellos y que me dejasen en paz, ordene azotarlo, casi lo matan, hasta le pusieron una corona de espinas, me sentí un miserable, no quería mandarlo matar lo juro, pensé que si les daba a elegir entre Barrabas que tenía ya condenado a muerte de cruz, por zelota y algún que otro asesinato, Jesús quedaría libre, eligieron a Barrabas, y, por si fuera poco, me dijeron que tenía que morir porque se hacia hijo de Dios
No entendí nada, hijo de Dios de qué Dios, porque hay cientos, tuve miedo por si fuera poco, vino mi mujer a decirme que había tenido sueños, que era inocente que no lo condenará
Como comprendereis yo no puedo dejarme guíar por una mujer, menos por sus sueños, pero aunque no creyese mucho en los dioses, a dar muerte a un hijo de Jupiter, así que le pregunte quien era en realidad, de donde venía, no me dijo ni palabra, así que decidí ponerme serio y recordarle que yo tenía poder de muerte sobre él. Me respondío que no lo tendría si no me hubiése sido dado de lo alto. Pensé en el César, como si Jesús considerase alto al César, un gusano para él, bueno no. Para Jesús nadie era un gusano
Volvi a intentar calmarlos, ahora era casi todo el pueblo, manipulado por los que lo habían traído, yo no podía exponer mi puesto, no iba por causa de un judío acabar denunciado al emperador como rebelde, tampoco pasaba nada, por un judío menos, no era justo lo que iba hacer, pero cualquier político me entendera a veces por el cargo, hay que hacer lo que la conciencia no quiere
Así pues condene a Jesús a morir crucificado
Cuatro horas más tarde recibí la visita de dos miembros del sanedrín que no había visto, entre los que vinieron a pedirme su condena, estos hombres que decían llamarse, José de Arimatea, y, Nicodemo, solicitaron permiso para bajar el cadáver y enterrarlo, me extraño que hubiese muerto ya, la verdad no sé porque me extraño pues ya iba medio muerto de las torturas infringidas, una vez que Longinos uno de los centuriones me certificó su muerte, di mi permiso.
Pensaba que sus enemigos estarían calmados, pues no se presentaron a pedir soldados para que custodiasen la tumba, decían que él había dicho que iba resucitar, me reí en su cara, les dije si de verdad lo creían, me dijeron que no, pero que los suyos podrían robar el cuerpo, no pude evitar una carcajada, los suyos, aquel atajo de cobardes que no habían ni asomado el hocico en todo el proceso, salvo un chiquillo que llevo su madre consigo, según me dijeron.
Pero no quería discutir les dí los soldados
A los pocos días escuche que había resucitado, y, tuve miedo, sus enemigos sobornaron a los soldados para que dijesen que los suyos habían robado el cadáver, lo que nunca aclararon es porque lo habían dejado robar, y, porque los que sabían que lo habían robado no los acusaban abiertamente de ello. El caso es que los suyos al principio tan cobardes, dejaron de temer incluso a la muerte, ahora sólo les movía una cosa anunciar a su Maestro, como el Hijo de Dios muerto para salvar a todos los hombres, y, amar a todos, incluso a los que los perseguían
Ahora quiere hablaros mi esposa
Mi nombre ya os lo dijo mi marido es Claudia Procula, yo me había hecho judía, pero seguía comiendo los alimentos considerados impuros, porque como mujer de un romano no podía hacer otra cosa, es cierto que tuve sueños, y, pedí a mi marido que no condenase a Jesús, yo aún creía en un dios vengador, no sabía que era el mismo Dios de Israel él que lo entregaba para salvarnos a todos.
Hace ya tiempo que mi esposo y yo, ya somos ancianos, abrazamos El Camino, así le llaman es decir somos cristianos, estamos en Roma en la carcel Mamertina, estamos acusados de crímenes horrendos no cometidos, estamos acusados de ser cristianos, no sabemos que muerte nos espera, si las fieras, la cruz, el fuego, no, nos importa sabemos desde hace casi 40 años que a la muerte le sigue la Resurrección sólo esperamos encontrarnos con Él.