jueves, 18 de marzo de 2021

Orando por la conversión de los demás


Cuando oramos por la conversión de una persona, todos precisamos se oré por nuestra conversión, porque la conversión no es sólo pasar  de no tener fe a tener Fe, de estar en pecado grave a vivir en gracia, sino que es también acercarse más a Dios,, y, nunca va haber un ser humano que Dios no pueda colmar más
Pero centrándonos en la oración por la conversión de una persona cuya vida dista al menos a simple vista de lo que Dios quiere, es una de las primeras obligaciones de amor al prójimo que  tenemos, lo que no implica que la persona se convierta, porque Dios no,nos  escucha Dios quiere la conversión de esa persona más que nadie, pero no saca la libertad.
Pero nunca hemos de dejar de hacerlo, aunque en apariencia vaya a peor, incluso si ha muerto nuestra oración, pudo ante Dios que no conoce el tiempo conseguirle la gracia de la conversión. Recordemos las palabras de Jesús a Marta ante su hermano muerte, “Señor ya apesta porque lleva 4 días”, “No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios”
Si alguien pensamos que lleva ya 4 días en el sepulcro espiritual, es ya alguien que repele, sigamos orando por él.
Pero eso no quiere decir que Dios no quiera hacer nada, que no vaya hacer nada, que no pueda hacer nada, y, nos quiere como colaboradores, rezar por los impíos, por su conversión, no que Dios no les fuera dar la gracia de la misma sin nuestras plegarias, ya hay Uno que le pide por todos, su Hijo, por todos, porque sin pecado no hay nadie, pero en base al amor al prójimo y a él, quiere que le pidamos, por los que al menos aparentemente, se han alejado, porque también nosotros precisamos que pidan por nosotros
Y, Dios le dará a esa persona la gracia de la conversión, cuando Dios quiera, y, del modo que quiera, a nosotros nos pedirá que la desatemos es decir que la acojamos, que no la tratemos con dureza, como si fuéramos santos e impecables; que no les impongamos si tenemos autoridad para ello, cargas insostenibles. Después será la persona la que libremente decida si siguen en "su sepulcro" de pecado, o sale a la Vida de la Gracia, pero incluso aunque se aferrase más al Mal, no hemos de dejar de orar y confiar, el Poder y La Misericordia de Dios, pueden acogerlo en el último, ultimísimo instante, si acaba aceptando. A nadie le duele más  la condena eterna de un pecador, que a Dios que lo ha creado, y lo ha redimido.