Ritos municipales, liturgias de sustitución,
y nostalgia de la religión
“Al cura que esto escribe, no le
parece mal, que las instituciones civiles representativas, como es el Concejo,
se presten a ofrecerle, a los vecinos
que lo soliciten el ceremonial festivo, por ejemplo de bienvenida a la vida. También
comprendo la reticencia de quien piensa, que son un exceso de cortesía, un
extra de amabilidad administrativa y de servicios, que a todos nos agradaría
constatarla, en la atención y resolución
suficientes de los asuntos ordinarios de la vida ciudadana
Desacertados sí que me parecen
los nombres que se les están dando a estos ritos, como si fuese una alternativa
no creyente y laicista, de los ritos religiosos católicos. Comprensible en el
caso del matrimonio, me parecen errados y ofensivos los nombres de “bautismo
civil”, “primera comunión civil”. Para los actos de bienvenida a los bebés y la
fiesta del niño que saborea los felices años de la edad dorada de la infancia.
Ya sé que oficialmente no tienen ese nombre, pero será conveniente
divulgar suficientemente la denominación
que el Concejo les da. Eso favorecerá la comprensión del rito que se celebra. No
son presentables los nombres de “bautismo civil”, o “Primera comunión civil”, a
no ser que se quieran presentar como explícitamente contrapuestos a los ritos
católicos así denominados. Esa militancia confesional de laicismo excede estrepitosamente,
la función de servicial y administrativa de la institución municipal
El cura que esto escribe, se pregunta
por la necesidad de estos ritos en el Concejo. Ya digo que no son pocos los que
consideran un exceso de amabilidad la creación de estos actos para satisfacer
la posible demanda que de ellos hagan algunas familias. No quiero entrar en la
motivación que justifica este servicio municipal. Para mi es mucho más
importante conocer las motivaciones de los demandantes de tales actos. No tuve
ocasión de hablar con ningún “usuario” de los mismos, pero procuraré intentar
ponerme en su lugar y comprender sus motivaciones, o al menos asomarme
respetuosamente a ellas
En primer lugar supongo que los
padres que solicitan “bautismo civil”,
de un hijo son personas que tienen abandonada la práctica religiosa pero saben
que en nuestra tierra y en muchos países del mundo, los niños que vienen al
mundo reciben el bautismo. Puede que más de un familiar, los ponga en un
compromiso preguntando por el bautismo del niño, e incluso ofreciéndose para apadrinarlo.
Un niño irrumpe en su vida. Hay que cuidarlo. Es un tesoro que de entrada reclama toda clase de atención y
altera la mentalidad de los progenitores, inyectando anímicamente en ellos un
plus de humanidad, ternura, de gratitud en la entrega de dedicación. Acogen el
misterio de una personita de la que se sienten totalmente responsables. Comparten
mucho más que una labor una verdadera misión. Ese niño, “canta” pregona y hace
resonar en el corazón de los padres el misterio de la vida. Están acostumbrados
a vivir sin contar con Dios. El misterio,
el niño la vida, suscita preguntas y requiere símbolos de comunicación con esa
hondura y sentido. La Iglesia, la fe,
Dios, son hoy para ellos palabras vacías de contenido. Pero la vida les está
reclamando el reconocimiento de su hondura, la comprensión de su significado,
de su sentido. Hay que hacer algo, un ritual un símbolo expresivo que acoja esa
necesidad, que cubra el hueco. Me parece
sinceramente que la demanda de los ritos municipales responden a esta nostalgia
de sentido, aunque difícilmente cubrirán esa añoranza religiosa, pues la
carencia del sentido religioso nunca deja de llamar al corazón de las personas,
reclamando su atención.
Dudo mucho que la respuesta cabal
sea la municipal. Los ritos del Concejo son, en mi opinión una sustitución
descafeinada de la nostalgia de Dios. Vienen a ser una especie de placebo
irreligioso que distrae de la verdad honda de la vida, del misterio que
subyace, y late, terco en infatigable en el corazón de cada persona
Publicado en "Pobo de Deus", en
gallego, por el Rvdo Padre D.Andrés García Vilariño, párroco de la colegiata,
profesor de teología del Hogar de Santa Margarita, y, profesor jubilado de
religión de La Escuela de formación del profesorado. En La Coruña