Qué ídolos me construyo, ¿Cuál es
mi becerro, si lo tengo?
Cuando los judíos abandonaron
Egipto, según el Éxodo se hicieron un becerro de oro, al que decidieron decir,
era “Yhv”, “El que es, El que esta”, el Dios que los había sacado de Egipto
Dios ya les había mostrado su
poder, y, sobre todo su Amor
Pero Dios exigía obediencia
El becerro no exigía nada, estaba
donde lo ponían y uno le daba u ofrendaba lo que quería, de hecho Moisés los
encontró de “verbena”
Porque un ídolo no es una imagen,
un ídolo es algo que yo construyo, o que tomo y transformo en mi dios, es decir
en mi Absoluto, algo, alguien para mi primordial por encima de todo, algo,
alguien si lo cual no sabría vivir no podría vivir, que antes preferiría la
muerte, algo, alguien a quien considero debo todo, a quien consagro mi vida
Y, al mismo tiempo algo, alguien
que tiene unas leyes que yo me invento, cambio cuando me conviene, que lo llevo
y lo traigo, en el sentido de ahora sí, ahora no
Y, puedo hacer ídolos dioses
falsos de muchas cosas buenas, incluso puedo intentar convertir a Dios en un
ídolo manejable, es tal vez la idolatría más peligrosa
Un dios que no dice lo que dice
en La Escritura, en La Iglesia en la conciencia formada en ambas, si no lo que
me apetece lo que dictan las modas
Un dios cuya ley varía según
convenga
Un dios que no es Amor
O no es justo
Un dios al que sirvo para que me
sirva, cuando ha de ser al revés
Este dios por mucho que yo lo
identifique si fuese el caso con Jesús, con el Padre, con el Espíritu no sería más que un ídolo
Y, los ídolos hay que
destruirlos, como hizo Moisés, con el becerrito