Primero bien atrancados, luego no tuvieron miedo ni de emperadores.
Los discípulos de Jesús, los 12, y, el resto salvo las mujeres, huyeron durante la pasión.
Y, no quedó ahi, después de los Encuentros con el Resucitado; se agruparon unos con otros, pero ahí quedó todo, se atrancaron de puertas, y, se aislaron del mundo.
Seguían con miedo, pero cuando El Fuego del Espíritu vino sobre ellos, le hablaron al mundo en su lengua, en la que cada uno precisaba oír, en la que cada uno entendía, y, no tuvieron miedo de hablar de decir La Verdad, de corregir, de enseñar, y, cuando fue preciso se enfrentaron a Reyes y Emperadores, y a la misma muerte, que ya sabían vencida.
Antes de Pentecostés, de ser bañados por el Fuego del Espíritu Santo, aun sabiendo que Jesús había vencido a la muerte, tenían miedo; con La Ruha divina, ventanas abiertas, puertas abiertas, enfrentados a los poderosos
Cuando los cristianos tenemos miedo, es indicio de que hace falta que el Resucitado mande de nuevo su Ruha, sobre nosotros.