sábado, 25 de abril de 2020

En Cada Eucaristía estamos en el Cielo

 En Cada Eucaristía estamos en el Cielo, comemos y bebemos con el Dios humanado, oímos a los profetas, Dios cumple lo que nos dice por su Palabra.

Cada vez que asistimos a La Eucaristía, estamos en el Cielo, El Cielo no es el firmamento, no son las nubes, El Cielo es Dios mismo

Pues bien cuando asistimos y participamos en La Eucaristía en La Misa, estamos en audiencia abierta con Dios, Dios nos habla por medio de su Palabra proclamada, primero por medio de sus profetas, o de sus Apóstoles,  y, nosotros le hablamos por medio de su Palabra, el Salmo. Después Dios mismo nos habla directamente por el Evangelio, por eso lo escuchamos de pie, siempre que sea posible, y, Quien nos habla en el Evangelio es el Verbo hecho hombre, luego Dios por medio de su sacerdote que actúa en su nombre, en el nombre de Cristo, nos explica su Palabra, o eso debería hacer el sacerdote

Después todos juntos ante todo el Cielo, confesamos nuestra Fe, y, todos juntos pedimos unos por otros

Invitados a la Mesa, porque el Cielo es un convite una celebración de un banquete de bodas,  hacemos nuestros  regalos no sólo las ofrendas sino cada uno lo que tenga, sus pecados, su vida, sus peticiones todo puesto en silencio del corazón junto al Pan y al Vino, dones de la tierra y la creación

Después con toda La Iglesia, es decir la militante, la purgante y la triunfante, con el Cielo en pleno, entonamos el Cántico de Isaías, alabamos al Dios tres veces Santo

Y, de rodillas salvo fuerza mayor nos unimos al sacerdote, que en ese momento es el propio Cristo, adoramos al Padre que permite que su Hijo a la voz de un pecador como el sacerdote, descienda, se haga presente en el Pan y en el Vino, vivo y real, Dios y hombre, lo adoramos eucaristíado

Y, ya de pie, juntos con Jesús presente en La Eucaristía recién consagrada, oramos como hijos de Dios el padre nuestro, y, nos damos la paz, aunque no lo hagamos siempre de forma sensible

Luego el sacerdote nos presenta a Jesús, el Cordero triunfante, él único que puede abrir el Cielo, porque con su Sangre nos ha rescatado

Nos reconocemos indignos como el centurión

Y, vamos a la Mesa del banquete a comer, su Cuerpo y su Sangre, es decir a alimentarnos de Jesús para llevarlo al mundo, para que Él nos una a los demás

Sí no podemos hacerlo, porque nuestra conciencia nos dice que no, o por otros motivos lo recibimos de igual modo, pero en Comunión espiritual, después tanto sea una Comunión como otra, nos quedamos un rato en silencio, de rodillas, o sentados eso da igual, "hablando con él, escuchando el silencio de sus palabras"
él mismo se nos da en alimento, como nos dice en el Apocalipsis. "Comeré con él y él conmigo"

Ya podemos decir como los Apóstoles, que comimos y bebimos con él después de Resucitado.

Ahora con su bendición, salimos a llevarlo al mundo, viviendo su Palabra, y, amándolo y sirviéndolo en los hermanos

Hemos estado en el Cielo