Aceptar las humillaciones inmerecidas por las veces que fueron merecidas pero ante Dios y por Dios
A veces somos humillados sin merecerlo, tratados injustamente, otras veces si merecíamos reprensiones, que se nos pusiera en nuestro sitio, y, sucedió todo lo contrario, pues bien cuando somos humillados injustamente, es el momento de aceptarlo, pero por Dios, y, ante Dios.
No ante él que nos humilla, o trata como no es debido, a él sin rencor y por su bien, hemos de hacerle ver que no esta obrando bien, así obro Jesús cuando fue golpeado por el esbirro de Anas. obrar de otro modo es hasta soberbia