sábado, 31 de agosto de 2019

Dios, Santo pero entrañable. Por el Rvdo P. D. Andrés García Vilariño

Dios, Santo pero entrañable. Por el Rvdo P. D. Andrés García Vilariño

Santo, Santo, Santo
En 1917 en Alemania apareció publicado un pequeño libro, titulado. “El Santo” obra de Rudolff Otto. Profesor de filosofía y estudioso de las religiones, dedicado a compararlas para establecer lo que tienen en común y fijar las bases de la femenología religiosa, es decir someter las religiones a un estudio racional, sin entrar en la validez de sus contenidos ni discutir su certeza, o la verdad de sus respectivas doctrinas.

“El Santo”, es el nombre que le adjudica Otto, al que comúnmente llamamos Dios, con esta palabra este autor designa el ser misterioso, escondido y oculto, pero quien  el ser humano intuye y descubre especialmente en situaciones límite que le hacen sentirse, precario, herido, incapaz, lisiado, y desharrapado, radicalmente pobre y necesitado.

“El Santo” explica R.Otto: es percibido en la experiencia religiosa humana como Alguien absolutamente distinto, inimaginable, inconcebible, inexpresable, incognoscible, y que está fuera  y   por encima de nuestra capacidad cognitiva. Afectado por esta presencia, la respuesta del ser humano despliega sentimientos contrapuestos; de pequeñez, de asombro, y, también un hondo estremecimiento, ante su magnífica grandeza,  tanta que le causa miedo,  un terror íntimo, como una especie de vértigo a la orilla de un hondo abismo.  El Santo es tremendum.
En esta palabra latina el autor condensa la conmoción interior de quien “ve “a su lado una realidad tan inmensa e inabarcable. Sin embargo es una realidad atrayente, que seduce y arrastra hacia Él. Otto se vale también del latín para  afirmar que El Santo es también fascinans-

¿Y, entonces nosotros no podemos ser santos?

Nuestra condición humana esta muy lejos del carácter luminoso del Santo. Y nuestra relación con las personas, por poderosas, hermosas, y famosas que sean, no provoca la experiencia del asombro, temblor y fascinación, del encuentro con Dios. Con la Palabra Santo. Desde R. Otto, designamos la realidad misteriosa de Dios, cuando Él se nos manifiesta y suscita nuestra respuesta entramos en una reinterpretación de todas las realidades de la vida, quedamos sobrecogidos ante el “Tremendo”  ser que se  nos revela, y que al mismo tiempo nos atrae, poderos y amable, para llenar de sentido y de luz, las dudas e inseguridades de la vida, “ Santo”, pues quiere decir, “Transcendente”, en el sentido de que traspasa, supera, la realidad circundante, sensible. La realidad “normal”, en la que se desarrolla nuestra vida, es por la contra una realidad inmanente y profana.

La palabra profano, profana, no tiene sentido negativo respecto de la realidad transcendente, ni menosprecia la realidad inmanente. Solo ayuda a separar los dos niveles de realidad con un criterio religioso: tenemos la realidad del “Santo”, y, tenemos la limitada profana y pobre del ser humano.
Con la terminología creada por R. Otto, podemos afirmar que todas las realidades  en las que Dios se hace presente y de las que se vale para entrar y estar en la vida de las personas son santas. Santos, en el sentido de transcendentes, no lo podemos ser al menos mientras vivimos en el tiempo. Santos,  en el sentido de afectados, transformados, convertidos, influidos y movidos por “El Santo”, si

La nuestra será siempre una santidad prestada, regalada, concedida, gracia y benevolencia, misericordia y amor. Ningún ser humano logra ni merece ser santo.

El Nombre de Dios
Las aportaciones de R. Otto nos permiten acercarnos a la experiencia religiosa en términos razonables. Respecto al método, este autor no se mete a apreciar la verdad o la falsedad de la experiencia religiosa. Ni siquiera se plantea la cuestión de la existencia de Dios. Se atiene exclusivamente a describir lo que es común y, observable en las expresiones religiosas de las diferentes tradiciones y culturas.

En “Pobo de Deus” (Pueblo de Dios). Publicación religiosa cristiana y católica, es necesaria una precisión más. El ser de Dios y su misterio, siendo inconcebible e inexpresable, no es una realidad sin nombre propio; no es un ser carente de rostro,  no es algo, como cuando se dice que “Algo tiene que haber”. El Dios de los cristianos tiene el Nombre que nos revelo El Hijo. Dios, El Santo. Es Padre, Hijo, y, Espíritu Santo. El Hijo, Jesús de Nazaret, también nos revelo, que el Santo no es “tremendum”, aunque si fascinante y atrayente. Entrar en relación con él, es entrar en la gratísima experiencia de vivir con sentido, con paz, y alegría en el corazón, compartiendo esa vivencia con todos, los que también confiesan que Dios es Padre, Hijo, y Espíritu Santo.


Publicado en gallego en Pobo de Deus el 28 de agosto de 2018
Por D. Andrés García Vilariño, párroco de La Iglesia de Santiago en La Coruña


Ahora la forma en la que este sacerdote firma en "Pobo de Deus"   A.G. V.