Juan predica lejos de los
“lugares religiosos”; de los que piensan que Dios, sólo puede ser como les han
dicho, como ellos quieren
Juan el Bautista no predica en el
Templo de Jerusalén, donde está la clase sacerdotal, donde van los fariseos,
donde están los que han decidido, como tiene que ser el buen judío
Los que han cerrado las puertas
No, Juan predica en los campos, a la vera del río
en los pagos, y, los que Vivian en los pagos, se llamaban “paganos”, no en el
sentido que le damos ahora
Y, Juan ofrece su bautismo, su
ablución, como signo de querer cambiar a todos, a todos los que quieren
A publicanos que recaudan
impuestos de su patria, para la impía Roma
A soldados que sirven al César, o al tirano de Herodes,
o a Caifás
A gentes corrientes
No creo fueran muchos fariseos,
ni sacerdotes a bautizarse, cuando uno ya sabe “que es puro”, no se va
purificar, menos mezclarse con la canalla
A Juan no le pagan diezmos, no le
dan tributo, tampoco él da más que el fuego de su palabra, por ello, puede
dejar que La Palabra lo posea, que venga sobre él, y, ya solo le queda abrir su
boca, y, dejar que fluya, y, Juan el hijo tardío de Isabel y Zacarías, el
santificado en su etapa fetal, dice a cada uno, lo que precisa oír, aunque no
quiera, y, habla también para los que no están allí, porque el Viento el
Espíritu lleva las palabras, lleva la Palabra
Hasta que un día, La Palabra, se
planta ante Él quiere bautizarse, y, entonces Juan no sabe que decir, normal,
tenía la Palabra no en su boca, si no enfrente, con rostro de campesino
galileo, manos encallecidas, y, Juan sabía que era El Cordero definitivo, como
lo iba bautizar, habría de ser al revés, pero La Palabra lo convenció, Jesús
fue bautizado por Juan, santifico las aguas, el bautismo se hizo sacramento, un
día sustituiría a la circuncisión, pero antes Juan y Jesús tendrían su propio
bautismo de Sangre