Los evangelios incluidos en el Nuevo
Testamento son escritos muy especiales, de un género literario propio,
originado y forjado en el seno de las primeras comunidades de los discípulos de
Jesús. Hoy su redacción final está bastante bien datada entre la década del
sesenta y el final del siglo I
Su singularidad consiste en la inseparable
fusión de historia y de fe. Los hechos narrados en los evangelios, se narran
como acontecidos, pero al mismo tiempo se narran testimoniando la fe en el
Crucificado Resucitado y, además, para motivar esa misma fe en el lector o en
el oyente. De hecho los autores de los evangelios lograron una admirable
eficacia. Cualquier lector del Evangelio, ante lo que está leyendo no puede
evitar preguntarse quién es realmente este Jesús Nazareno
Esta fusión fe historia se debe básicamente
a que los evangelios escritos nacen de la predicación oral de los primeros
predicadores, los apóstoles y sus
colaboradores inmediatos. De hecho, los biblistas descubren en los textos evangélicos los ecos y resonancia de la predicación oral,
con fragmentos de trasfondo litúrgico, catequético e incluso socio histórico, en
el sentido de que hay textos motivados e
inspirados en la situación de las comunidades de la Iglesia naciente. Las cuestiones
y problemas que los primeros cristianos afrontaban en la sociedad judía o greco
romana, exigían una respuesta y una pregunta clave. “¿Sobre esto que nos dijo
el Señor?” y, así iban recordando por un lado
sus enseñanzas, especial ente las parábolas e, por otro, los hechos y
actitudes de Jesús
Lo primero, entonces, que el lector de
los evangelios debe tener en cuenta es que estos libritos no son
biografías de Jesús ni se proponen
referir con criterios historicistas los hechos de su vida. Pero podemos afirmar con seguridad y
confianza que los hechos en ellos narrados referidos a las enseñanzas de Jesús
responden a la realidad acontecida. Un ejemplo nos puede ayudar a comprender
esto. Imaginemos dos hermanos que viven muy distantes. Uno de ellos convivio
con la madre hasta su muerte, y, le escribe una carta al hermano recordando lo
que de niños compartieron en el hogar familiar e informándole sobre el final de
la madre anciana. La carta desborda de
cariño, de ternura, de poesía, incluso. Eso no le resta veracidad a los hechos,
pero estos aparecen enaltecidos, y, también enriquecidos o adornados de aprecio
y admiración por la madre querida y recordada
Los
relatos de los milagros y su sentido
Lo primero que el lector descubre en
los relatos evangélicos de los milagros de Cristo es que con ellos no se
reivindica su mesianismo ni su condición
divina. Frecuentemente el beneficiado recibe el mandato de callar sobre el
favor recibido. Los milagros en los evangelios son denominados “signos”, o, “señales”
del Reino de Dios. En el cuarto evangelio reciben el nombre de “obras”. Son,
por lo tanto un elemento más de la actuación de Jesús, anuncio del Reinado de
Dios. Son “signos” que “hablan”, de un Dios que ama a los pequeños a los
marginados, los pobres, los pecadores. Los milagros son signos en la misma línea
de otros signos de Jesús: con quien comparte mesa, el acompañamiento y
discipulado de mujeres, la purificación del Templo, etc.
Los estudios históricos, textuales y
literarios aplicados a los evangelios a lo largo del siglo XX concluyen que los
relatos de los milagros nos remiten sin duda a los hechos reales de la actividad histórica de Jesús, aunque eso les cause problemas de
interpretación a los lectores no informados del siglo XXI
En Conclusión, la interpretación
correcta del relato evangélico del milagro de Jesús, se base a en estas claves
a.
Fiabilidad histórica, en general, del texto y de
su mensaje; o su carácter de “signo”, del Amor de Dios, más que de prodigio
maravilloso; y, como en todas las páginas del evangelio, dejarnos, interpelar
por las preguntas. Quien es para mí Jesús de Nazaret
b.
Y, qué me dice Jesús sobre Dios a quien llama
Padre
Publicado en "Pobo de Deus", en gallego, por el Rvdo
Padre D.Andrés García Vilariño, párroco de la colegiata, profesor de teología
del Hogar de Santa Margarita, y, profesor jubilado de religión de La Escuela de
formación del profesorado. En La Coruña
ahora la forma en la que este sacerdote firma en "Pobo de Deus" A.G. V.