Jesús, y, Maria, también se
preguntaron, muchas veces, dónde estaría el Padre
De Jesús, lo sabemos abiertamente
en la cruz, si es cierto que rezaba el salmo 23, pero él no decía lo que no
sentía, y lo dice bien claro, “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”
Antes en el huerto le había
pedido le alejase el cáliz, si bien sometiéndose a su voluntad
Pero en momentos menos
dramáticos, cuando Pedro lo tienta, tratando de apartarlo de la Cruz, cuando lo
intentan hacer rey, y, la salida es huir
Y, muchas más Maria, aunque no se
diga abiertamente, al poco de nacer Jesús, se le anuncia que será discutido,
que una espada atravesara su alma, tienen que exiliarse en Egipto, su hijo del
que Gabriel le dijo, sería llamado “hijo de Dios” es despreciado por las autoridades
religiosas, de su pueblo y, acaba en la cruz, el suplicio de los malditos, y,
Dios no interviene, no hace nada
Cuando el hijo resucita, y
asciende al Cielo, es ahora la Iglesia, que es su continuación la que es
perseguida, y, nada, si María también preguntaría, “Donde estas Señor, donde
estas Padre. Y el Padre le recordaría, que estaba con ella, como siempre, como
esta con todos sus hijos, como estaba con Jesús en todo momento
Por eso, las dudas, las
inquietudes de fe, de fiducia no son pecado, el pecado es la negación de la
verdad revelada, pero no la noche oscura, no el miedo, no el no sentir su
presencia, el dudar si quererlo de ella