Resucitaremos, seres
transformados
Todos resucitaremos
gloriosamente, salvo que nos empeñemos en lo contrario, y la resurrección
implica transformación, no se trata de zombis, se trata de personas, vivas en
plenitud, vivas de verdad, porque la muerte no tiene dominio sobre ellas;
vivas, y por ende transformadas
Cómo será esa transformación,
sólo lo sabe Dios, las propiedades de los cuerpos gloriosos, mejor olvidarlas,
porque un cuerpo glorioso nos excede, no hemos visto ninguno, los Apóstoles a
Jesús, pero de ahí, poco podemos deducir, si sabemos que nuestro cuerpo, será
semejante al suyo; porque participará del mismo
En realidad, ya hemos empezado a
resucitar, a ser transformados, empezamos el día de nuestro bautismo, y
concluiremos al fin de los tiempos, de nuestro tiempo
Resucitaremos para Dios, no para
aquí, entraremos en Dios, que es el Cielo
Cuando un niño nace, quedan
restos de lo que él precisaba en el útero, el líquido amniótico que se derrama,
la placenta, el cordón umbilical; son restos
También cuando resucitemos
quedarán restos, quedan restos que ya no
precisa nuestro cuerpo glorioso, que si es el mismo, pero el mismo que haya
alcanzado la altura y la dimensión de Cristo, cuerpo que Dios va tejiendo en nosotros
desde nuestro bautismo, cuerpo perfecto a la medida de Dios, cuerpo con un
corazón de carne que sólo sabrá amar
En esta transformación y
resurrección tenemos que tomar parte, cada vez que volvemos a Dios damos un
paso hacia ella, cada vez que le ofendemos, damos un paso hacia lo contrario,
hacia el infierno, la muerte eterna
San Pablo dice, que no podemos ni imaginar lo que Dios nos
prepara, no imaginemos pues y confiemos