lunes, 27 de febrero de 2017

Resucitaremos, seremos transformados



Resucitaremos, seres transformados
Todos resucitaremos gloriosamente, salvo que nos empeñemos en lo contrario, y la resurrección implica transformación, no se trata de zombis, se trata de personas, vivas en plenitud, vivas de verdad, porque la muerte no tiene dominio sobre ellas; vivas, y por ende transformadas
Cómo será esa transformación, sólo lo sabe Dios, las propiedades de los cuerpos gloriosos, mejor olvidarlas, porque un cuerpo glorioso nos excede, no hemos visto ninguno, los Apóstoles a Jesús, pero de ahí, poco podemos deducir, si sabemos que nuestro cuerpo, será semejante al suyo; porque participará del mismo
En realidad, ya hemos empezado a resucitar, a ser transformados, empezamos el día de nuestro bautismo, y concluiremos al fin de los tiempos, de nuestro tiempo
Resucitaremos para Dios, no para aquí, entraremos en Dios, que es el Cielo
Cuando un niño nace, quedan restos de lo que él precisaba en el útero, el líquido amniótico que se derrama, la placenta, el cordón umbilical; son restos
También cuando resucitemos quedarán restos, quedan restos  que ya no precisa nuestro cuerpo glorioso, que si es el mismo, pero el mismo que haya alcanzado la altura y la dimensión de Cristo, cuerpo que Dios va tejiendo en nosotros desde nuestro bautismo, cuerpo perfecto a la medida de Dios, cuerpo con un corazón de carne que sólo sabrá amar
En esta transformación y resurrección tenemos que tomar parte, cada vez que volvemos a Dios damos un paso hacia ella, cada vez que le ofendemos, damos un paso hacia lo contrario, hacia el infierno, la muerte eterna
San Pablo dice, que  no podemos ni imaginar lo que Dios nos prepara, no imaginemos pues y confiemos