sábado, 11 de febrero de 2017

La destrucción del Templo







La destrucción del Templo, la religión caduca, el tradicionalismo, el siempre fue así, él mis padres, aceptar cambios
Los discípulos de Jesús, estaban “enamorados” del Templo de Jerusalén, era lo máximo, el centro de su vida, de su Fe, el lugar donde moraba su Dios, si sabían que Dios estaba en todo lugar; pero  seguro que en el Templo más, el Templo iba durar, tenía que durar siempre, cierto que era ya el 2º Templo, pero en esencia era el mismo, se había restaurado
Ahora Jesús viene y les dice, que “de ese Templo, no va quedar ni una piedra”, quedo el muro
Eso fue, echarles el mundo a los pies
En el año 77 de nuestra era, o en el 70; Tito, arrasaba Jerusalén, y destruía el Templo, los judíos  eran deportados en el año 1948 de nuestra era;  muchos judíos que sobrevivieron al genocidio nazi, retornaban
No levantaron el Templo, lo que para mí es señal de que en verdad son el Pueblo de Dios, porque por dinero, 100 Templos podían levantar, pero ahora no voy por ese camino, porque el Templo da para mucho
El Templo de Jerusalén representa lo que ya fue, la religión caduca, el tradicionalismo, “Él siempre fue así”; “Él mis padres decía, mi abuelo hacía”, “Me enseñaron”
Jesús, dice a la samaritana, que el lugar donde se adora a Dios no es un Templo de piedra, ni Jerusalén ni Goroazim, a Dios se le adora primero en el corazón, y con el corazón, Jesús con las bases de la religión judía que es la suya, da un paso más allá, nos hace hijos de Dios de verdad, pues nos une así mismo
Los primeros cristianos que eran judeo cristianos, vieron la destrucción de su Templo, pero en contra de lo que hubieran pensado, “no se murieron espiritualmente”; comprendieron que el Templo había tenido su época, ahora el Templo eran ellos, era Cristo
Nosotros los cristianos de ahora, también tenemos que estar dispuestos a aceptar los cambios, a dejar que el Espíritu sople, y, que abata esos viejos templos, no los de piedra los que nos hemos hecho cada uno;  para encerrarnos allí, para no ir al encuentro del otro, que es siempre el encuentro con Dios, para ser adultos, en la fe, niños ante Dios