Cada uno con
sus palabras, o su silencio puede ser un infierno para el otro, como dijo
Sartre, “el infierno son los otros”
Con las
palabras podemos animar al bien, o alentar al mal
Mostrar a Dios como Amor, o
mostrar un ídolo de odio
Infundir esperanza o desesperanza
Consolar o hundir
Pero con el silencio
Podemos también consolar
Compartir el dolor, compadecer
Pero también cuando callamos ante
la injusticia
Ser cómplices del mal
Cuando alentamos al mal, cuando
mostramos un dios de odio, infundimos desesperanza, estamos siendo el infierno
para los demás, los estamos conduciendo, y, sobre todo nos estamos arrojando
nosotros en él