Sacerdotes, párrocos, curas etc 2
La crisis no es solo de vocaciones
A cada paso y no solo en el ambiente religioso y parroquial, sino en toda la sociedad, se va haciendo más notoria la disminución sensible de párrocos. Se dan ya en La Coruña, casos de entierros en los que la plegaria no es dirigida por un párroco por ser imposible sobre todo si es domingo, contar con él. En la ciudad hay un grupo de religiosas designadas por el arzobispado, para cumplir esta piadosa tarea. Cuando no es posible que la haga un sacerdote.
Cuando se quiere pasar de la constatación a la solución. Es muy fácil caer en la tentación de la primera ocurrencia. La solución la más extendida y facilona, para la crisis de las vocaciones sacerdotales, pasaría en primer lugar por la abolición del celibato, como condición de acceso a la ordenación, en segundo lugar aceptar a las mujeres para el ministerio sacerdotal, sería en linea con lo anterior otra de las soluciones más cantadas, y aparentemente más fáciles de regular.
No falta quien piense en muchos curas que hace años obtuvieron la secularización y hoy llevan una ejemplar vida cristiana. Se les podría dar proponen algunos el reingreso en el Ministerio y aliviar así el múltiple y agotador esfuerzo de muchos párrocos ya ancianos.
A mi entender estas soluciones se resienten de una falta de perspectiva más amplia, necesaria para que ya hecho el diagnóstico propongamos soluciones acordes al problema, porque suele suceder que atraídos por la solución oportunista y aparentemente más fácil acabemos añadiendo nuevos problemas al problema inicial.
La Revolución cultural de los años 60
Los cambios sociales y políticdos vividos en Europa desde los años 60 decada del Concilio Vaticano II. Son el panorama donde debemos situarnos. La convocatoria inesperada de aquel Concilio por Juan XXIII en 1958 muestra que La Iglesia y más sus más lucidos pastores, y atisbaban el inminente cambio de época. Concluído el Concilio en 1965, bajo el pontíficado de Pablo VI, toda Europa asiste estupefacta a las revueltas universitarias que desde Francia se extendieron pregonando la necesidad de proponerse lo imposible y de que la imaginación fuese el motor en el ejercicio del poder político. Fue el mayo del 68. La mentalidad dominante en los ámbitos académicos se movía bajo el ideal de liberación. Donde el pacifismo, el anticolonialismo, la emancipación de la mujer, el ecologismo, la revolución sexual, junto con el reclamo de nuevas formas de hacer política, se extendieron por toda Europa, favoreciendo el clima que todavía respiramos hoy y propugnando un cambio inspirado más en la utopía que en la economía, donde en la democracia formal ya consolidada. El “beatle” John Lennon aportó el himno a aquel mundo de aspiraciones y desencantos con su canción “Imagine”.
Desde entonces enfundado, promovido, auspiciado por ese imparable rebumbio de fuerzas convergentes en el ansia de una sociedad liberada progresivamente de toda clase de represiones externas, y socio educativas, la experiencia religiosa fue perdiendo visibilidad y relevancia social, reducida al campo de la conciencia personal y familiar. En Europa el cristianismo en sus distintas variedades, dejó de ser la referencia ideal, y pasó a ser una ausencia, un vacío. Europa hace tiempo que es una sociedad post cristiana.
¿Sacerdotes entre personas sin fe?
El Papa San Juan Pablo II les hizó a los católicos una llamada urgente a hacer en La Europa descristianizada una “Nueva evangelización”. Las conferencias episcopales entre ellas la española promovieron congresos y toda clase de actos sensibilizadores para despertar en los católicos un nuevo sentimiento militante y testimonial de la fe. En el eje del giro secular del año 2000, ante el tercer milenio, el mismo Papa propuso en dos sugerentes documentos un programa de renovación de La Iglesia, insistiendo en la actitud militante de la fe y en la recuperación de la familia cristiana, como agente principal de los valores evangélicos
En este panorama y en esta sociedad carente de sentido espiritual, los sacerdotes son personajes extraños
Se aferran a un estilo de vida y a una labor con la marca del vestigio pobre de un mundo ya desaparecido, y, encima de eso, cargado de notas negativas por tenebroso, triste, injusto y desigual. En verdad los pocos chavales que hoy están en los seminarios, respondiendo a la llamada que han sentido en el corazón, no se consideran heróes, pero hay que reconocerles que estan llamados a un profetismo desafiante en una sociedad en la que campa a sus hanchas una gelida indiferencia religiosa que congela las almas.
Estamos en una sociedad donde la experiencia religiosa personal es una realidad oculta, inhibida o escondida por los pocos que la viven. Estamos en una sociedad donde la experiencia religiosa es menospreciada y también objeto de burla por quien la desconoce y la mira con prejuicios negativos. Cómo podemos esperar que regando un camino asfaltado puedan brotar en él espigas y flores.
D. Andrés Garcia Vilariño. Párroco de la iglesia de Santiago en La Coruña
Texto publicado en gallego en la hoja “Pobo de Deus”, distribuída en las parroquias de La Coruña, antes de la pandemia.
Firmado con las simples siglas de A. G. V.