El Sacrificio de Jesús y la Misa
Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23. Jesús entra en El Cielo, como embajador y Mediador nuestro, ofrece al Padre su Obediencia en lugar de nuestra desobediencia, como sí fuésemos nosotros cada uno, los que obedecimos al Padre, los que fuimos a la Cruz; Jesús lo hace presentando al Padre su Sacrificio, sus heridas, y, no tiene que repetirlo, su Sacrificio abarca todo el tiempo presente y futuro, pero Dios lo tiene presente, porque Dios es presente. El Sacrificio de Jesús fue de una vez para todas, pero Dios nos permite por medio de hombres escogidos por él, hacernos presentes de forma misterica, en el momento histórico que sucede, y, en el momento glorioso en que es ofrecido al Padre, eso es lo que vivimos en La Misa, La Misa no es otro Sacrificio, es el mismo, porque como dice la carta a los Hebreos, Cristo solo murió una vez, y, en La Eucaristía en La Misa, Jesús viene a nosotros como es Dios y Hombre, pero viene en estado glorioso y mistérico, es decir oculto en el pan y el vino, exigiéndonos el tributo de la Fe, que no es solo creer que está allí, es creer en todas sus presencias, y, es creerlo Señor y someterse.
Y del mismo modo que Moisés baño con sangre de animalitos inocentes al pueblo judío, como señal de Alianza, Dios por medio de sus Sacramentos nos baña con La Sangre del Cordero inocente que es su Hijo, Sangre que al contrario que la de los terneritos judíos, la Sangre de Jesús limpia, y da fuerza, y renueva la filiación divina, somos hijos en el Hijo. Estos Sacramentos los católicos sabemos que son 3
Bautismo, Penitencia y Unción de enfermos
Así Dios no sólo nos perdona, sino que nos suma al Sacerdocio real de su Hijo, y, nos une a su Sacrificio; haciéndonos sus coherederos.