“A veces la Esperanza…”
A veces la esperanza, y el futuro vienen de quien menos se
espera, de quien se intuye despreciable,
Los fariseos del tiempo de Jesús, tenían muchos preceptos
unos 800, que habían sacado de un examen minucioso de La Tora, y, la Tanat
(profetas).
Uno de ellos un fariseo pregunto a Jesús, cuál era el más
importante de todos ellos
Jesús como buen judío educado por una buena judía, respondió
“El primero es, escucha Israel, El Señor nuestro Dios, es el
Único Señor, amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas, tus fuerzas, el segundo es semejante a este, amaras a tu prójimo como a
ti mismo, de estos dos penden la Ley y los profetas”
El otro pregunto quién era su prójimo esperando que Jesús,
le dijese que su pueblo, su familia los
que tenía cerca
Pero Jesús salió con la parábola del buen samaritano
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jérico, posiblemente, sería
un buen judío que venía de ofrecer ofrendas en el Templo, en el camino es
asaltado, y dejado medio muerto en la cuneta
Lo imagino sin poder hablar ni moverse, pero consciente,
pensando y rezando, ve pasar a un sacerdote, al hombre se le acelera el
corazón, piensa este va a salvarme, pero el sacerdote piensa, si es una trampa
malo, pero sí no lo es, y, está mal herido o muerto, se volverá impuro, habrá
de purificarse como ordena La Ley, y, mientras no podrá presentar la ofrenda,
El Cielo siempre primero, además a los justos los protege El Señor en su
camino, así que algo habrá hecho, y, siguió de largo
Llego un levita, y, el herido se dijo, éste sí, pero el
levita pensó igual que el sacerdote y paso de largo
Y, entonces vio venir a un samaritano, a un hereje que daba
culto a Dios en Gorazain, que decía que el Mesías podía ser samaritano, que
comía alimentos inmundos, y, trataba con gentiles. Y, un estremecimiento lo
sacudió se dijo, viene a matarme, y, robarme lo poco que me han dejado, El
Cielo lo haga pasar de largo, pero no paso, se acercó le lavo las heridas con
aceite y vino, lo vendo, lo subió a su asno, sin importarle fuese judío, en
realidad lo eran los dos, Samaria era el Reino del Norte, Israel.
Llego con él a la posada que tenía que ser de un gentil, o
de otro samaritano, pues un judío jamás abriría la puerta a un samaritano, dio
dos denarios el jornal de dos días al posadero, y, le dijo, cuida de este
hombre lo que gastes de más cárgalo a mi cuenta
El posadero acepto, no lo recibía por ser judío
Nada sabemos de la reacción del herido al curarse, si se
sintió impuro, por las manos que lo habían tocado, o si por el contrario dio gracias a su salvador y, al posadero que habían sido las manos de
Dios
Pero fuese cual fuese su reacción el caso fue que tuvo
futuro, tuvo esperanza, volvió abrazar a los suyos gracias a un hereje, a uno a
quien juzgaba despreciable, y, esto pasa también en nuestra vida, muchas veces
viene de quienes menos lo esperamos, de los que no educaron con beaterias, ni
piedad, de los que consideramos impíos, herejes, y, hasta ateos, pero en cuyas
entrañas hay humanidad y, por eso aman, y, por eso se acercan a cualquier
herido, de cuerpo o de alma, por eso son sin saberlo las manos de Dios.