viernes, 8 de diciembre de 2017

El ciego de nacimiento





El ciego de nacimiento


Es una figura que se puede ver, desde muchos ángulos, incluido el del parecido con la conversión de Saulo de Tarso, pero como este ya lo toque en el estudio de Juan, voy intentar verlo desde otro punto de vista, o mejor ver lo que Dios me dice por él
Prescindo de la mayoría de los personajes que le rodean salvo en lo esencial, excepto de Jesús, porque sin Él se cae todo, y, le  voy dar un nombre a mi amigo el ciego, como es judío le voy llamar, Jonás
Jonás nació ciego, seguramente sus padres fueron los primeros que pensaron era un castigo, entonces no era  buen momento para no tener todos los sentidos, así que tan pronto el niño pudo caminar y decir algo más que  mamá y papá, lo pusieron a pedir, no tenían otra solución. A Jonás le estaba prohibido ir al Templo, era impuro al ser ciego, solo podía celebrar la pascua. Seguramente nunca se  preguntó ni maldijo su suerte, no echaba en falta la luz, porque nunca la había tenido, había oído hablar del Mesías, pero seguramente no esperaría mucho en él; cuando venga se diría se pondrá del lado de los de siempre, tampoco leía Las Escrituras, no existía el braille, pero si tenía  un oído finísimo, y, no le gusto aquella conversación, en la que unos jóvenes hablaban con otro, de si él el ciego habría pecado para nacer así, o si lo habrían hecho sus padres, “valientes imbéciles”, pensó, como iba pecar él, en el vientre de su madre, y, sus padres eran buenos judíos, había nacido ciego, Dios sabría porque, no era asunto suyo, hacerse daño buscando los motivos. Le gusto ya más la respuesta de otro joven. Excusando su culpa, y la de sus padres. Después le puso saliva y barro en los ojos, esto ya no le gusto, y menos la orden, “ve y lávate en la piscina de Silohe, Silohe quería decir enviado. No supo bien porque, pero fue se lavó, los ojos, y, de pronto fue como si naciese, lo vio todo, bendijo a Dios, aquel día no había sido muy bueno, era sábado, y no había tenido muchas limosnas, muchos consideraban que no debía pedir limosna en Sabat, ya que era como su trabajo, otros consideraban que el hecho de arrojar la monea, ya era algo que no se debía hacer en Sabat. Y, ahora este regalo, esta bendición tenía que encontrar a su benefactor, lo conocería por la voz, pues no había visto su rostro
Arrojo su bastón al suelo, se puso a correr como un loco, entonces las gentes lo conocieron
Y, vinieron los de siempre, y, lo interrogaron, una y otra vez, como había recuperado la vista, y, él se lo dijo una y otra vez, y, cuando supo el nombre de su benefactor, lo dijo también
Y, empezaron a decir que no era  el ciego, si no un parecido, y, él les grito que era él, llamaron a sus pobres padres que no pudieron decir más, que, si que era su hijo, pero nada más sabían
Parecía que le tenían envidia, por último ya hartos le soltaron
“Da gracias a Dios, nosotros sabemos que ese hombre es  un pecador”
Él no se iba poner a discutir con aquellos letrados,  pero tampoco a callar
“No sé si es pecador o no, lo que sé es que era ciego y ahora veo, vosotros decid que Dios no escucha a los pecadores pero si uno es justo y hace su voluntad a ese lo escucha, si fuese un pecador, no podría haberme devuelto la vista”
De nuevo le dijeron
Vamos a ver, cómo te devolvió la vista
“Ya os lo he dicho, es que queréis ser sus discípulos”
Fuera, fuera, sé tu su discípulo nosotros lo somos de Moisés, a quien sabemos le habló Dios, de ese nada sabemos

Y se vio, Jonás fuera de la sinagoga, excomulgado convertido en  un maldito, por los buenos
Y, entonces lo encontró Jesús, sus ojos se cruzaron. Y Jesús le pregunto sonriendo
¿Crees en el Hijo del Hombre?  Jonás conocía, de haberla oído la historia del profeta Daniel, pero ni creía ni dejaba de creer no sabía quién era, ni entendía lo que significaba, a lo mejor pagaba la pena creer en él, o tal vez fuese como los piadosos que lo acababan de expulsar
Miro a Jesús, y, pregunto. ¿Quién es”
Jesús le respondió, “Soy yo, Él que habla contigo”, aquel “Yo soy”, sonó como había sonado en el Sinaí, y, el hombre que no sólo había recuperado la vista del cuerpo sino la del alma, lo entendió supo, que solo La Luz puede dar la Luz, y cayo de rodillas
“Creo Señor”

Ahora veía para siempre, para eso Dios lo había dejado nacer ciego, para mostrar su gloria, allá quedaban los agarrados a viejas costumbres los que creían ver, y seguían ciegos