Tomás habla de su encuentro con El Resucitado.
Shalom amigos, mi nombre es Tomás, soy discípulo de Jesús, yo tengo un gran cariño por Jesús, estaba convencido de que Él era el Libertador de Israel, eso sí, sólo de Israel, y, a mi estilo, bueno al de mis amigos y compañeros también.
Cuando en la Cena pascual, nos dijo que ya sabíamos el camino para ir a dónde Él iba; yo le dije, que ni siquiera sabíamos a donde iba.
Fue entonces cuando me dio, nos dió una respuesta que no entendí, “ Yo soy el Camino, La Verdad y La Vida, nadie va al Padre sino por mí”
No pregunte más, aunque os confieso que no había entendido nada, luego cuando fue detenido “el Huerto de Getsemani”; escape, como hicieron todos, ni siquiera ví su crucifixión de lejos, me enteré por lo que me contaron.
Su muerte derribo mi mundo, era un mazazo, no es que pensaramos que había sido una muerte injusta, que Dios la iba vengar; no, yo soy judío, y, pensaba como judío, con los Libros de La Ley, de la Thora, que para nosotros eran Palabra de Dios, y, allí en el Levítico, se decía bien claro. “Maldito quien cuelga del madero”, si Jesús hubiera muerto como Juan, decapitado, tal vez si, pudiésemos pensar, que su muerte era una injusticia, que Dios lo iba vengar, pero así no.
Sí ya era duro pensar que Dios, fuese dejar que su Ungido fuese muerto, cuando dice La Escritura que el Mesías, permanece para siempre; ante una muerte en Cruz, en la que salvo un eclipse y un pequeño temblor todos fenómenos naturales, Dios no había que supiesemos hecho nada
Habíams seguido a un blasfemo, a un loco. Pero entonces. ¿Por qué nos sentíamos mal por haberlo dejado solo?
El tercer día de su muerte, vinieron las mujeres que habían ido al sepulcro, diciendo que no estaba el cuerpo, y que unos Ángeles, les habían dicho que estaba vivo, que le habían llamado “El viviente” es decir “Él que vive”; ese es otro de los Nombres que damos a Dios, reprendimos a las mujeres, diciéndoles que no usaran ese nombre sagrado para referirse a Jesús.
Tanto yo, como mis compañeros no teníamos duda alguna que su cadáver había sido robado.
Pero el primer día de la mañana siguiente, al llegar al Cenáculo, donde mis amigos estaban encerrados, yo había salido a caminar un poco, me abrieron con mucho miedo, y me contaron que había estado allí, que había comido con ellos.
No dude un instante, se les había colado algún sinvergüenza, les pedí, no abrieran sin la contraseña. Juan me dijo, que no habían abierto, las puertas estaban cerradas, y, había entrado igual, les había mostrado las heridas
Vale, respondí, Vale lo habéis soñado
“No, soñamos nada, además como íbamos a soñar todos los mismo, y, el pez, el pan con miel, también soñó, porque hay menos”. Dijo Simón
No lo sé, lo que sé es que los muertos no van de visita, ni comen, ni hablan, está muerto, y, a todos nos gustaría que no fuera así
Entonces se acerco María, la madre de Jesús
“Tomás, tan poca fe, tienes en el Dios de Israel, no crees que tenga poder de resucitar a su Hijo, yo si la tengo, y, sé que mi Hijo ha estado aquí”
Por ser la madre que ya bastante dolor tenía, no le conteste, pero me dieron ganas de decirle, que su hijo, no era hijo de Dios, que había sido un pobre loco, o blasfemo; en lugar de eso dije
Voy a daros la razón, con una condición, si yo también lo veo, pero no de cualquier modo, si veo las llagas de sus manos, y, puedo comprobar el ahujero de los clavos con mis dedos, si veo la herida que la lanza hizo en su costado, y, puedo con mis mano, comprobar la profundidad de la herida, entonces creere.
Me miraron como a un blasfemo, y, salvo María la madre, los demás ni me hablaron el resto del día
Pasó una semana, y, llego de nuevo el Primer día, estábamos con las puertas cerradas, entonces todo se vistió de Luz, de una Luz cegadora, en medio de aquella Luz, estaba el Maestro, me hizo señas que fuese hacía Él, fui temblando, entonces con su sonrisa pícara, me dijo
Bien Tomás, aquí me tienes, mira aquí están mis manos, puedes con tu dedo comprobar el ahujero que dejaron los clavos, ves la herida de mi costado, puedes comprobarlo con tus manos
Yo caí de rodillas, y, exclame, “Señor mío y Dios mío”, no toque sus heridas, cómo podría yo, tocar al Dios de Israel, que tenía ante mi, yo ante mis ojos veía a un hombre, pero en mi corazón sabía que estaba ante Dios
El Señor me levantó, y me dijo. “Tomás crees porque me has visto, benditos los que creen sin verme”
No me parecieron mal sus palabras, es cierto no había creído en su Resurrección en que era El Hijo de Dios, hasta que lo ví, resucitado, pero también yo era bienaventurado, pues veía a un hombre y confesaba a Dios
Jesús nos dio el poder de perdonar pecados, poder que no dió a su madre.
Tras recibir el Espíritu Santo, días más tarde, bueno, ya lo habíamos recibido en las visitas de Jesús, nos fuimos por el mundo, a mí me toco evangelizar La India, donde sufrí martirio, no me importo, desde que ví al Señor Resucitado, sé que la muerte no existe, sólo existe La Resurrección salvo que uno no quiera, y rechace a Jesús, no creo exista gente tan tonta
Antes de despedirme os quiero recordar unas cosas
Es inútil cerrar las Puertas al Señor entra igual
Vosotros también comeis y bebéis con Él lo hacéis cada vez que tenéis una comida de amigos, de hermanos
Cada vez que coméis con un pobre, o le dais de comer
Y, sobre todo, en cada Eucaristía
Otra cosa, a Jesús se le encuentra en La Iglesia, yo me encontré con Él en la Iglesia, que entonces sólo éramos unos pocos hombres y mujeres, no lo busquéis fuera, porque él que encontréis será una falsedad
Por último, todos los que estábamos allí éramos pecadores y cobardes, la única sin pecado y valiente, era María su mamá, y, sin embargo el poder de perdonar los pecados, no se lo dío a Ella, nos lo dió a los 11, a los pecadores cobardes, eso ahora sigue en pie.
Bueno, espero que digáis sí a Jesús, y, que nos veamos en El Cielo
Tomás vuestro amigo