Preferimos un dios sordo al que poder chillar, y, manejar un dios de falso profeta.
Es decir un dios falso, aunque lo disfracemos del verdadero, un dios que no escuche las blasfemias que proferimos, las que causamos, los gritos de los aplastados por nosotros, al que gritemos nuestros rezos, siempre para imponer nuestra voluntad, nunca para buscar la suya
Un dios manejable, cuya voluntad acomodemos a nuestro gusto, al que sirvan falsos profetas que van con el viento del momento. Buscando el aplauso
Un dios al que hacemos comprenderlo todo, luego 4 novenas, unos rosarios repetidos que no orados, unas excursiones a un santuario, llamarlo peregrinación sería blasfemia, y, a ser modernos, que los tiempos son otros, decimos
Nos olvidamos de que nuestro dios de pacotilla, y, sus profetas no valen para nada, y, cuando llega otro que sin saberlo, es profeta, del Verdadero, y, nos dice, “no creo en tu dios”, le llamamos ateo