Ezequiel ve un torrente de agua, que mana del costado derecho del Templo, y, que va
creciendo, creciendo hasta que es imposible vadearlo, esa agua llega a los
mares y, convierte su agua en potable, hace que los frutos sean comestibles y
abundantes
Los frutos son los frutos del Espíritu Santo, el agua potable del mar, es el corazón del
ser humano, que se convierte o mejor que convierte Dios, y, esa agua que mana
del costado del Templo, no es del Templo de Jerusalén es la que Juan nos dice
que mano del costado herido de Jesús, sangre y agua, y, que recordará en sus
epístolas, “Él que vino no sólo por la sangre, sino por la sangre y el agua”
Porque la sangre y el agua, son vida, y dan vida
Ya en el seno materno nos formamos y nutrimos en la sangre
de nuestra madre y nadamos en el agua del líquido amniótico
Al principio nos dice La Biblia, que el Espíritu de Dios se
cernía sobre las aguas
Si una persona pierde su sangre muere, si no tiene agua para
beber muere
El agua limpia, lava, alimenta, aunque no alimente, la sangre sostiene la vida, por
eso los antiguos creían que la sangre era la portadora del alma
Por ello la sangre y el agua que manan del Costado de Jesús
hablan ya de resurrección porque son agua y sangre de vida, que purifican todo
lo que tocan, que hacen dar fruto abundante