Orar, es hablar con Dios. En las
familias católicas los niños son iniciados en la oración por medio de rezos. Los
rezos son fórmulas o textos de oración, recibidos en la tradición familiar, en
la iglesia, en la cultura popular. A los rezos aprendidos de niños les pasa
como a los cuentos y otras experiencias infantiles, que se abandonan, cuando
dejan de ser criterios de vida. Hay muchas personas que de niños recitaron y
aprendieron rezos, pero las palabras recitadas salieron por la boca sin pasar
por el corazón.
Aprendieron a rezar pero no
hicieron del rezo oración, conversación con Dios, “el Jesusito de mi vida, eres
niño como yo…” recitado antes de acostarse como alegre rutina desde los dos
años, se convierte en una palinodia de palabras vacías cuando el rezador cumple
los ocho o nueve años, y, adiós al rezo
Los rezos aprendidos son solo un
medio para iniciarse en la oración, no la oración como tal. La oración es la
respuesta de la persona a la experiencia de descubrir en la vida la presencia
de Dios, si no damos el paso a la oración desde los rezos infantiles, quien sigue rezando ahí,
queda estancado en una fe infantil que no facilita la experiencia viva de Dios,
sino que atranca, y, reduce las confidencias con Dios a una rutina de palabras,
encadenadas a las que se les da un valor por si mismas y no por la actitud y
comprensión con que deberían surgir del
corazón del rezador
La intercesión de los santos, y, las cadenas de rezos
En la mayor parte de los casos
los rezos infantiles van unidos, a una deficiente catequesis causante de que
los niños y los mocitos crezcan en medio de prácticas rituales mal
comprendidas, no interiorizadas
La experiencia del encuentro
vital con Dios, si con suerte o por gracia llega a darse, queda aplazado para
un después indefinido
La catequesis deficiente en la
infancia desfigura, oculta y aplaza el encuentro con Dios por medio de costumbres populares de origen
religioso, algunos muy enraizados en la tradición familiar católica, el culto a
los santos, las peregrinaciones, y, romerías etc. hoy, lamentablemente, tenemos
que reconocer que muchos adultos religiosos ignoran, sin embargo a Dios saben
curiosidades de los santos, se hacen devotos de imágenes, pero no de la
realidad misteriosa de Dios, viven prácticas religiosas deformantes que decoran
tapándolas con “la presencia de Dios”. Como me dijo en una ocasión una pareja
que preparaba su boda, “Mi moza y yo, somos más de San Judas que de Dios”. Cuando
con un poco de formación las personas adquieren un cierto sentido crítico, esta
religiosidad se esfuma y se pierde, hasta el punto de que esa pérdida se
experimenta como liberación y la
religión aparece como un tinglado de mundos pretéritos y superados
Callar y cantar, contemplar, reír, danzar…
No caben en la oración purificada
y vivida con fe, las prácticas que
suponen un Dios olvidadizo al que hay que recordarle su deber. No tienen
sentido las cadenas, las cantidades de plegarias para conseguir millones de rezadores por una causa, “a ver si Dios
nos escucha”. En la raíz de estos rezos esta la falta de fe. Dios esta
desparecido de la vida de este tipo de rezador.
La fe como experiencia vital, como saberse y sentirse amado, como modo
de vivir la presencia, en la alegría y en la paz del amor que llena el corazón, recrea la oración y,
encuentra así modos de oración que escapan de la rutina. La oración llega a ser
poética, calma, silencio, creativa.
Se puede expresar con saltos, con
danza, con postración, con cantos, con silencio y sosegada respiración, en
medio del campo, a la orilla del mar, en la sala de estar de casa, delante del
sagrario en la iglesia, paseando…La oración es el modo personal de hablar con
Dios
Publicado en “Pobo de Deus”, por
D. Andrés García Vilariño, cura párroco de la iglesia de Santiago en La Coruña
( A Cruña). La publicación original fue hecha en gallego. Por el sacerdote
citado
La traducción es mía.
Ahora la forma en la que este sacerdote firma en "Pobo de Deus" A.G. V.