Descalzarse para entrar en el
otro
Una mañana, meditando un anuncio,
me encontré con una expresión que resonó de una manera especial en mi corazón:
“descalzarse para entrar en el otro” me pregunte que significaría esto, se me
ocurrieron palabras como, respeto, delicadeza, cuidado, prudencia
Me sentí impulsado a leer las
palabras del Éxodo, 3,15 “No te acerques más sácate tus sandalias porque lo que
pisas es un lugar sagrado” Estas fueron
las palabras de Dios a Moisés, frente a la zarza que ardía sin consumirse, y pensé… “Si Dios habla al interior de mi
hermano, entonces… su corazón es un lugar sagrado
No tarde en ponerme en oración y,
Jesús me iba presentando uno a uno a mis hermanos, y amigos y, pensando,
pensando, fui descubriendo cómo habitualmente entro en el interior de cada uno
de ellos sin descalzarme, simplemente entro sin fijarme como
Así experimente una fuerte
necesidad. Y. sentí como el Señor me invitaba descalzarme y luego a caminar.
Inmediatamente después experimente una resistencia: sentí que “no quería mancharme”. Me resultaba más
seguro andar calzado
Vi entonces dos cosas básicas..
que me impiden entrar descalzo en los otros. La comodidad y el temor
Después de ese primer momento
empecé a caminar y el Señor a cada paso iba mostrándome algo nuevo
Adverti como descalzo podía
descubrir las diferencias del terreno que pisaba, podía distinguir lo húmedo de
lo seco la hierba de la tierra. Necesitaba mirar a cada paso, mirar todo lo que
pisaba y estar atento a donde iba a poner el pie.
Me di cuenta de cuántas cosas del
interior de los otros se me pasan por alto, de como desconozco a los demás, no
los tengo en cuenta cuando entro calzado con la mirada puesta en mí, o dispersa en múltiples cosas.
Pude ver también como descalzo
camino más lentamente, descalzo no usaba mi ritmo habitual, sino que trataba de
pisar suavemente, despacio, consciente… Donde mis zapatos dejaban marcas, mis pies no las dejaban, y entonces:
pensé “¡Cuántas marcas habré dejad en el corazón de los otros a lo largo del
camino de mi vida!”. Y, experimenté muchas ganas de entrar en los otros, entrar
en el corazón de mis hermanos sin dejar huella, sin dejar un cártel que dijera.
“Aquí estuve yo”
Después fui despacio atravesando
diferentes terrenos. Primero la hierba, luego un camino de tierra y así hasta
llegar a una subida con piedras….Sentí entonces deseos de pararme y volver a
ponerme los zapatos, pero Dios me dijo: “camina descalzo un poco más. Fue
entonces cuando me di cuenta de que no todos los terrenos son iguales… y tampoco
mis hermanos. Comprendí, que no podía entrar en todas las personas de la misma
manera
Las subidas me exigen caminar más
despacio… y cuanto más suave piso, el dolor de mis pies es menor. Y aprehendí
que, “cuanto más difícil sea el terreno del interior de los otros, más suavidad
y más cuidado debo tener para entrar
Después de todo el recorrido pude
ver claramente que descalzarme es entrar sin pre –juicios, atento a la
necesidad de los otros, sin esperar una respuesta determinada. Es entrar sin
intereses, despojado de mí. ¡Ayúdame Señor!, para que al ver a los demás me
fije solo en lo bueno que tienen, y son porque sé que estas vivo y presente en
el corazón de todos
Quiero a partir de hoy:
detenerme, y descalzarme para entrar en cada uno, como en un lugar sagrado
Texto original de Martin Descalzo
S.
Lectura orante por Fernando
Isorna. S.
Entra en tu interior
Para caminar de verdad
necesitamos viajar a nuestro interior.
Viajar al interior a buscar nuestra propia identidad, la que nos permitirá encontrar el sentido profundo de nuestra vida. ¿De qué nos sirve viajar
continuamente a los lugares más exóticos, si nunca hemos viajado hacia nosotros
mismos?
Ese es el viaje más arriesgado,
tan arriesgado que nos da miedo, y solemos fácilmente viajar hacia fuera, hacia
los otros, hacia metas ilusorias, dispersándonos por atajas que no llevan a
ninguna parte.
Disfruta del entorno, pero no
olvides que el camino es nuestra vida.