No podemos tener todo lo que deseamos ni ceder a los deseos de nuestro corazón.
Somos limitados, por eso no podemos empeñarnos en tener todo lo que se nos antoje, y, no me refiero sólo a bienes materiales, sino a bienes no materiales, no podemos tener la misma fuerza la misma salud, a los 20 que a los 60, o los 80 años, si la tenemos demos gracias, pero si no la tenemos aceptarlo, porque es lo normal, y, pensemos en los más jóvenes que están igual o peor a veces, tampoco podemos tener todos la misma inteligencia, otra cosa es la cultura la formación, que eso depende de cada uno.
Y, no podemos, mejor dicho no debemos ceder a los deseos de nuestro corazón, no sólo cuando a nuestro corazón se le antoja lo que no debe, si no cuando son cosas buenas, pero que por condiciones que no dependen de nosotros, son inviables, a veces incluso el llevarlas a cabo, exigiría ir contra nuestra conciencia. Otras menos graves el empecinarnos, en algo que queríamos hacer, o que hacíamos y de repente tenemos que dejar, nos impide ver otros caminos, y, creernos indispensables, no lo somos nadie, todo el mundo tiene sucesor, lo que tú, yo hacíamos, donde fuese y, no podemos otro lo hará.
Sí quería hablar aconsejar a aquella persona, y, no pude, si era necesario ya Dios le pondrá en el camino quien lo haga, yo no puedo deprimirme por ello, como si yo fuese la salvadora, no él único que salva es Cristo,
No es malo tener deseos sueños, pero sin ceder a ellos.