Quién se cierra en una oración
formal, y, no alaba a Dios, se vuelve “estéril, infecundo, como Micol, la hija
de Saúl”
Es de una homilía o charla del
Papa Francisco, explicaba el texto bíblico del libro de los Reyes; en él que se
cuenta, que David iba danzando delante del Arca de la Alianza, Micol su esposa
e hija de Saúl, lo reconvino por ello, no era apropiado que un rey, se portase como una danzante, que fuera
objeto de la mirada de sus súbditos, la misión del rey era otra
Tal vez la de presidir la
ceremonia del sacrificio, tal vez presidir desde su trono, pero no, David dejo
actuar a su corazón, dijo a Dios lo que sentía su alegría, el texto bíblico
dice, que por ello, Micol no tuvo más hijos hasta el día de su muerte, dado que
no murió de parto, no tuvo más hijos; yo nunca había captado la enseñanza de
ese versículo, pero el representante de Jesús, me lo dio a conocer; y, lo hizo comparándolo con Ana, la madre de
Samuel, y con María al concebir a Jesús
En ambos casos, al recibir en su
seno el don de Dios que son los hijos, al aceptar los dones de Dios, estas
mujeres prorrumpen en cánticos de alabanza, no temen ridículo alguno, también
Ana la profetisa de Lucas, y, lo mismo había hecho David, pero Micol, se
cierra, ella sólo acepta una oración formal, no se complica la vida, lo suyo es
el rito, rito vacío, y, esto la vuelve
estéril, no puede producir nada, porque voluntariamente se cierra a la acción
de Dios, porque no sabe alabarlo, ni quiere, porque no se alegra con su Dios,
y, la esterilidad conduce a la muerte, cuantas veces por obsesionarnos
demasiado con oraciones rituales, y, no orar como pedía nuestro corazón, hemos
acabado dejando la oración, yo muchas veces; y no sólo en la oración, cuando
nos quedamos ataditos, a lo que llamamos, “tradición”; no confundir con “La
Tradición”; si no con nuestras viejas manías, propias, o heredadas tanto da,
también a nivel eclesial