“Duras palabras, quién podrá
oírlas”; esta fue la reacción, de los que
oyeron la promesa de La Eucaristía, y, tenían razón, no sólo en relación
al Misterio eucarístico, y, de lo que no voy decir ahora ni una sola palabra,
si no a todas las palabras de Jesús, a La Palabra de Dios, es posible que en el
primer contacto, cuando la oímos, y, por cierto, La Palabra de Dios, que no está
sólo en la Biblia; se oye, incluso, cuando uno la lee, porque leemos el texto
escrito por manos humanos, pero oímos, lo de escuchar, Dios sabrá lo que nos
dice Dios
Y, en ese momento, es posible
verlo hermoso, bonito, fácil de poner por obra, un poco al estilo de nuestro
Patrón Santiago, y su hermanito Juan, que dijeron, “Podemos”; sin entender en
que lío se estaban metiendo
En la Biblia, cuyos autores se
plagiaron unos a otros de forma vergonzosa; hay al menos que yo conozca dos
puntos casi iguales; en el primero de Ezequiel
Dios, por medio de un ángel
entrega al profeta, unos rollos, se entiende que es la Tora, y, lo dice que lo coma; el profeta lo come, y
le sabe a miel, no, nos cuenta más
Pero Juan en el Apocalipsis, nos
narra lo mismo, pero nos dice que si le fue dulce como miel, pero le abraso las
entrañas
Y, es que suena muy bien, “amar a
los enemigos”; pero cuando ese enemigo, te ha hecho huir de tu país, ha matado
a los tuyos, o te ha calumniado, ya no se ve también
Por eso, son duras, duras
palabras como La Cruz, y, por eso sin Él no podemos ni escucharlas, oír sólo no
vale para nada, ni ponerlas por obra