El Cielo es para los pecadores
Leí hace tiempo, un cuento o historia de un viejo sacerdote, muy severo, muy gruñón, que siempre andaba amenazando con el infierno, diciendo que los pecadores iban ir al infierno, que el infierno los esperaba
Las gentes vivían con miedo, pues todos se sabían pecadores. Resultó que un día, llegaron noticias al obispo, y, decidió ir de incógnito, y, escuchar una de las prédicas del sacerdote.
Al acabar la Misa, pidió que lo recibiera, y, se presentó como el obispo, el pobre cura, se llevó un susto, pero el obispo lo calmo
Tranquilo padre, venía a ver si me resuelve usted un problema, resulta que tengo una pariente muy pobre, es una pariente lejana, pues bien, el señor Duque adquirió para ella, unos terrenos del ducado, muy buenos una vega enorme, pues bien. Ahora le dicen a mi pobre parienta, que como es una mujer pobre, que esa vega no es suya, yo quiero que usted si puede, me diga si tienen razón
Señor obispo, soy un pobre cura, no soy un letrado, pero Dios me dio sentido común, si el señor Duque pago esos terrenos, por qué los pago verdad
Sí, si, a su padre, el duque padre, parece que dió todo lo que tenía, hay quien dice que el duque, bueno que se volvió loco, y, la compra fue hecha ante testigo
Pues entonces esa vega es de su parienta, y, sólo ella puede rechazarla, y, no debe hacerlo
Así que es de ella, pues no sabe que tranquilo me deja; y, ahora permítame usted, Quien compró el Cielo a Dios, ya respondo yo, Cristo con su muerte en Cruz y Resurrección, para quien lo compró, para los arcángeles. No, para la raza de Adan, para los pecadores, salvó a su madre, porque iba él tomar carne en ella, de la mancha del pecado original, pero fue la excepción que culmina la regla.
Cristo compró el Cielo para los pecadores, grupo al que pertenecemos tanto usted como yo, y, lo mismo que mi parienta inventada, tenía derecho a la vega, el pecador no por sí, por Cristo tiene, esta destinado al Cielo, y, sólo él puede renunciar a ésta herencia, como empecinandose en el pecado, no arrepintiéndose, quebrantando los mandamientos
Pero si el pecador se convierte cada día, y guarda la ley de Dios, el Cielo es suyo, porque Jesús lo compró para él, testigos el Cielo y la tierra.