La necesidad de asombrarnos cada día, no acostumbrarnos al misterio, a lo Sagrado, a Dios
Lo peor que nos puede pasar, es estar de vuelta de todo. No asombrarnos de nada. No ver el Misterio de Dios. En el mar, en calma o embravecido, en los ríos. En el instinto de los llamados irracionales. En la semilla, que crece en la tierra, en el niño que se gesta.
Cuando somos tan necios que decimos.
“Sí es que la naturaleza es muy sabia”
Cuando la naturaleza no es sabia ni necia, es nada, en sí carece de valor.
Cuando uno confunde la pluma de un escritor con el escritor. Pues tiene un problema muy grande
Cuando no vemos no sabemos ver a Dios en sus criaturas, cuando no lo vemos de Obrero Creador cada día. Y alabamos e idolatramos la naturaleza, no es que seamos idolatras, es que somos imbéciles.
Pasando a un terreno más sagrado.
Los cristianos católicos, y, no somos los únicos. Sabemos que en el Momento de La Consagración en La Misa, toda La Trinidad, es decir el Dios; Uno y Trino, están presentes. El Padre que vuelve enviar a su Hijo, el Hijo. Que conducido por el Espíritu Santo, viene con su humanidad asumida en Santa María, a ocultarse en el Pan y el Vino. Cuando el sacerdote, pronuncia las Palabras que el mismo Jesús pronuncio en su Última Cena Pascual
Cómo es posible, que salvo problemas graves, haya animales humanos, herejes. No merecen otro nombre, que sigan de pie, o sentados, mirando a ver si ven al conocido, para que vea. Lo elegantes que están.
Por favor en ese momento solo cabe adorar con todo el ser, adorar en Contemplación. Adorar y agradecer.
Pero lo vemos como algo ritual. Lo de siempre.
Hemos perdido la capacidad del asombro. Y eso nos ha vuelto animales herejes.