En La Eucaristía Jesús nos muestra sin duda alguna, que en verdad su Amor no tiene medida, ni La Cruz le pareció suficiente. De la Carta de Juan Pablo II, “Iglesia y Eucaristía”
En La Encarnación Jesùs se hizó nada, al hacerse uno de nosotros, al empezar su vida, como un cigoto, un embrión. La Encarnación por sí sola, ya es muestra de un Amor inmerecido, Dios hecho criatura sin guardarse privilegios divinos
Jesús fue un hombre normal, salvo el pecado, que no tiene nada de normal; aunque nos lo parezca, de tanto que hace que nos lo añadimos.
Su lucha y su labor incasable para mostrarnos el Amor del Padre, y el suyo, le llevó a La Cruz, la Cruz era lo más infame, el Levítico proclamaba “maldito”, al que moría en La Cruz.
Jesús aceptó La Cruz, por Amor al Padre y a nosotros, murió como un maldito, para hacernos benditos, pero el Padre lo levantó de la muerte y lo sentó en su Trono, puso todo lo creado a sus pies y en sus manos, no solo como Dios, sino con la naturaleza que introduce en La Trinidad, como hombre.
Pero él antes ya de La Cruz, la víspera ideo un plan, para poder entrar en nosotros, unirnos, ser nuestro alimento, una kenosis mayor que las anteriores, hacerse cosa, cosa que se lleva, que está sujeta a profanaciones, estar escondido, pero estar presente
Se hizó Eucaristía, se escondió en un pedazo de Pan de trigo, y en un poco de vino
Solo como recuerda la cita de La Carta sobre La Eucaristía del Papa Juan Pablo II, un Amor loco como el suyo, podría llegar a tanto.