No, en el sentido en que lo hace la aspirina, o el
bicarbonato, y, confieso que muchas veces lo entendí de ese modo, y, es porque
no, nos enseñaban lo que era la oración
Entonces, entendíamos mal, “el escucha siempre”
Olvidando que Dios no es una máquina expendedora
Claro que nos oye, y, nos responde aunque a veces no seamos
conscientes, de ello, porque responder no es necesariamente decir que “Si”
Y, de qué nos cura
Pues de todo aquello que no pueden ni la aspirina ni el
bicarbonato ni la penicilina, ningún antibiótico
De la soberbia
De creernos imprescindibles
De creernos independientes
De nuestra falsa seguridad
De pensar que todo es eterno
De confiar en exceso en nuestros “idolillos”
De confiar en nosotros mismos
De olvidar lo pequeñitos que somos
De creernos solos
De todo eso, y, mucho más nos cura la oración