En el desierto es preciso el sembrado, la arboleda, pero entonces ya no es Desierto, está la obra de La Mano de Dios.
Para que se pueda vivir en el desierto, es preciso que haya oasis, es preciso que haya aunque sea pequeño un terreno en él que se pueda sembrar, que haya algún árbol, una pequeña arboleda que de sombra y fruto, pues si solo hay arena, y, sol tórrido no se puede estar
Pero claro donde está el sembrado y la arboleda aunque esté en el desierto ya no es propiamente desierto, y, eso es obra de La Mano de Dios
Que como dice hace, y, hace crecer ríos y fuentes en el desierto y en el páramo
Naturalmente el profeta no hablaba del Desierto del Sahara ni del Gobi, hablaba de ese desierto que es el propio corazón humano, de esa noche oscura, del Desierto, al que Dios dice por el profeta que llevará a su Esposa adúltera, para un encuentro de Amor, es que nuestro Dios es un romántico empedernido, allí le dice que le hablará al corazón, es bueno y hermoso leer a Oseas y a otros profetas, y ese Amor de Dios, ese susurro al corazón es el Agua prometida que hace reverdecer el Desierto, aunque a penas se note pero va diluyendo la Noche y haciéndola día, aunque sea en un rincón pequeño
La Esposa adúltera es Israel, es La Iglesia, y, somos cada Uno, pero Dios nos busca y nos habla en un susurro de Amor.