Jesús sopla sobre sus discípulos reunidos en el Cenáculo, como en una nueva creación, los hace hombres nuevos, les transmite su poder. El poder de perdonar los pecados, de acoger de nuevo en Nombre de Dios, al que arrepentido vuelve a Casa, al que se ha dejado encontrar
Es el regalo mayor que nos podía hacer, el dar a otros hombres pecadores también la capacidad de ser vehículos de su perdón, de perdonarnos en Nombre de La Trinidad
Pero esta meditación no va del Sacramento de la Penitencia que nace en ese momento
Sino del deseo de Jesús de que su Iglesia sea un lugar de Encuentro y de perdón
Y, también a los fieles no apartados por él para servir de modo especial a sus hermanos, nos da capacidad de perdonar, a otro nivel, pero nos la da, porque nadie sin Jesús sin la Fuerza de su Espíritu Santo puede perdonar el daño recibido, de corazón, estando dispuesto a dar la vida por el ofensor si es preciso.
Y, volviendo al principio, Jesús dio a los 11 el poder de perdonar que se irían transmitiendo por la imposición de las manos, pero no lo dio a su Madre, un pecador al que se le presentase La Santísima Virgen, podría pedirle que intercediera por él, pero no que le perdonase los pecados cometidos, lo que si podría hacer un cura que fuese un blasfemo, un pederasta, un criminal-