Jesús pidió perdón por nosotros,
sintió nuestro pecado como propio, no se limitó a decir a Dios que nos
perdonará, pero quedándose, lejos, si no que muy al contrario, cargo con
nuestros crímenes, como dice La Biblia, “sus heridas nos curaron”; sin merecer
la muerte murió, para que nosotros pudiésemos vivir para siempre.
Cargo voluntariamente con
nuestros delitos, los hizo suyos, por eso sabía que merecía la muerte pues así, lo decía La
Escritura, lo asumió todo, ya que nos
hizo parte de su cuerpo, y, en el cuerpo, el responsable de lo que hace la
mano, no es la mano, es la cabeza; y, no
es que Dios quisiera la muerte de su Hijo.
No puede querer algo así, siendo
Amor; es que el Padre Dios, ya no ve al pecador, ve a su Hijo, Hombre y Dios
como Él, por eso quien acepta Jesús, ya está salvado, con lo que implica
aceptar, que no es poner el Belén, ni ir a las procesiones, él que no lo
acepta, simplemente, se queda fuera, está lejos de Dios, y, eso es el Infierno;
ya que no acepta el perdón de Jesús, quien rogo perdón por el pecado de
cada uno, como si lo hubiera cometido él
mismo