Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos reflexionado sobre los tres primeros dones del Espíritu Santo:
sabiduría, entendimiento y consejo. Hoy pensemos en lo que hace el Señor, Él
viene siempre a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don
especial: el don de la Fortaleza.
1. Hay una parábola que nos ayuda a comprender la importancia de este don. Un sembrador va a sembrar; pero no todas las semillas que siembra dan fruto. Las que terminan en el camino se las comen las aves; las que caen en terreno pedregoso o entre espinas brotan, pero pronto se secan por el sol o ahogadas por las espinas. Solo las que caen en la buena tierra crecen y dan fruto (cf. Mc 4,3-9 / / Mt 13:3-9 / / Lucas 8,4-8). Como el mismo Jesús cuenta a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que difunde abundantemente la semilla de su Palabra. La semilla, sin embargo, a menudo, choca con la aridez de nuestros corazones y, aun cuando viene recibida, a menudo se mantiene estéril. Con el don de la Fortaleza, en cambio, el Espíritu Santo libera la tierra de nuestro corazón, la libera del letargo, de las incertidumbres y de todos los miedos que pueden detenerlo, de modo que la Palabra del Señor sea puesta en práctica, de manera auténtica y alegre. Es una verdadera ayuda este don de la Fortaleza, nos da fuerza, incluso nos libera de tantos impedimentos.
1. Hay una parábola que nos ayuda a comprender la importancia de este don. Un sembrador va a sembrar; pero no todas las semillas que siembra dan fruto. Las que terminan en el camino se las comen las aves; las que caen en terreno pedregoso o entre espinas brotan, pero pronto se secan por el sol o ahogadas por las espinas. Solo las que caen en la buena tierra crecen y dan fruto (cf. Mc 4,3-9 / / Mt 13:3-9 / / Lucas 8,4-8). Como el mismo Jesús cuenta a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que difunde abundantemente la semilla de su Palabra. La semilla, sin embargo, a menudo, choca con la aridez de nuestros corazones y, aun cuando viene recibida, a menudo se mantiene estéril. Con el don de la Fortaleza, en cambio, el Espíritu Santo libera la tierra de nuestro corazón, la libera del letargo, de las incertidumbres y de todos los miedos que pueden detenerlo, de modo que la Palabra del Señor sea puesta en práctica, de manera auténtica y alegre. Es una verdadera ayuda este don de la Fortaleza, nos da fuerza, incluso nos libera de tantos impedimentos.
2. Hay también momentos difíciles y situaciones
extremas en las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de modo
extraordinario, ejemplar. Es el caso de aquellos que tienen que afrontar
experiencias particularmente duras y dolorosas, que perturban su vida y la de
sus seres queridos. La Iglesia resplandece por el testimonio de tantos hermanos
y hermanas que no han dudado en dar la propia vida, con tal de permanecer
fieles al Señor y a su Evangelio. También hoy no faltan cristianos que en
tantas partes del mundo continúan celebrando y testimoniando su fe, con
profunda convicción y serenidad y resisten también cuando saben que esto puede
costar un precio muy alto. También nosotros, todos nosotros conocemos gente que
ha vivido situaciones difíciles, tantos dolores. Pensemos en aquellos hombres y
en aquellas mujeres que llevan una vida difícil, luchan por llevar adelante la
familia, educar a los hijos, pero esto lo hacen porque está el Espíritu de la
Fortaleza que los ayuda. Cuántos, cuántos hombres y mujeres, de los cuales no
conocemos el nombre, honoran nuestro pueblo, honoran nuestra iglesia porque son
fuertes, fuertes en el llevar adelante su vida, su familia, su trabajo, su fe.
Pero estos hermanos y hermanas nuestros son santos, santos cotidianos, santos
escondidos, en medio de nosotros. Tienen precisamente el don de la Fortaleza
para llevar adelante su deber de personas, de padres, de madres, de hermanos,
de hermanas, de ciudadanos. Tenemos tantos, tantos. ¡Agradezcamos al Señor por
estos cristianos que tienen una santidad escondida, pero es el Espíritu dentro
que los lleva adelante! Y nos hará bien pensar en esta gente, si ellos hacen
esto, si ellos pueden hacerlo ¿por qué yo no? Y pedirle al Señor que nos dé el
don de la Fortaleza.
3. No se debe pensar que el don de la Fortaleza
sea necesario solamente en algunas ocasiones o situaciones particulares. Este
don debe constituir la característica esencial de nuestro ser cristianos en la
normalidad de nuestra vida cotidiana. Como he dicho, en todos los días de la
vida cotidiana tenemos que ser fuertes, tenemos necesidad de esta Fortaleza
para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe.
Pablo, el apóstol Pablo, ha dicho una frase que nos hará bien escuchar: “Yo lo puedo todo en aquel que me conforta.” (Fil 4,13). Cuando llega la vida ordinaria, cuando llegan las dificultades, recordemos esto: “todo lo puedo todo en aquel que me conforta”. El Señor da la fuerza, siempre, no falta. El Señor no nos prueba más de lo que nosotros podemos tolerar. Él está siempre con nosotros, “todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Pablo, el apóstol Pablo, ha dicho una frase que nos hará bien escuchar: “Yo lo puedo todo en aquel que me conforta.” (Fil 4,13). Cuando llega la vida ordinaria, cuando llegan las dificultades, recordemos esto: “todo lo puedo todo en aquel que me conforta”. El Señor da la fuerza, siempre, no falta. El Señor no nos prueba más de lo que nosotros podemos tolerar. Él está siempre con nosotros, “todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Queridos amigos, a veces podemos estar tentados
de dejarnos vencer por la pereza o peor, por el desaliento, sobre todo de
frente a las fatigas y a las pruebas de la vida. En estos casos, no perdamos el
ánimo, invoquemos al Espíritu Santo para que, con el don de la Fortaleza, pueda
aliviar nuestro corazón y comunicar nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y
a nuestro seguimiento de Jesús. Gracias.
Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Papa Francisco