Los preceptos del Señor, alegran el corazón ( Salmo 9)
No sé si la traducción es correcta porque desconozco los idiomas originales, pero dado que así lo traducen la mayoría de las biblias, doy por hecho que está bien traducido.
Pero, cómo puede afirmar que dé alegría un precepto, si basta que algo este prohibido para que transforme en “apetitoso” y, al revés basta que algo que hasta el momento veíamos como bueno, se convierta en detestable con sólo que lo acompañe la palabra mandado, orden
Cómo pues, pudo el salmista decir que los preceptos del Señor, alegraban el corazón, si leemos la Biblia, aunque sólo sea, como un libro del pasado, vemos que sus personajes, desde el Génesis al Apocalipsis, no se han destacado por cumplir los preceptos del Señor; no digamos nada de aquel a quien se le atribuyen los salmos, o, era gente que le gustaba tener penas, o, no se entiende, no se entiende en primer lugar que afirme, o, afirmen que los mandatos producen alegría, y, no se entiende que no los observen si es así.
Sin embargo si nos detenemos un poco, vemos que no hay contradicción alguna, el salmista no dice, que sea placentero, agradable, el cumplir los mandamientos, desde luego, todos convenimos que si todos los observásemos el mundo sería otra cosa, y, todos sentimos admiración hacia los santos, que son esos hermanos, y, hermanas que los cumplen, y, viven a plenitud, y, que además son las personas más alegres, alegres incluso en el dolor, luego es verdad al menos en parte, alegran el corazón, no dice nada de que produzcan satisfacción al cumplirlos, no habla de alegría estomacal, habla de que alegran el corazón el corazón como sabemos en la Biblia, representa a la persona, a su parte más intima, su núcleo, por decirlo de alguna manera, es decir que lo que da el cumplimiento de la Ley de Dios, es alegría interna, alegría interna, que se traduce en paz interior, paz que lógicamente se despliega hacia el exterior, y eso es compatible con el mayor dolor físico e incluso moral, y como no, con la noche oscura.
Habla también de los preceptos del Señor, no de los preceptos humanos, a esto quiero decir que por supuesto tenemos que obedecerlos pero los mandamientos de la Iglesia son leyes humanas, son ayudas, de ahí, que admitan excepciones, la Ley de Dios nunca y,es la Ley de Dios la que produce esa alegría interna y por ello esa paz.
Los mandatos humanos no, porque hieren nuestro orgullo, porque a veces notamos, y, sabemos que son equivocados y no, obstante hemos de someternos, porque en el mejor de los casos el que manda esta motivado por algún tipo de egoísmo, egoísmo que puede ser en nuestro favor, pero que ahí esta, porque el que manda, puede dejarnos solos en cualquier momento, los que mandan también mueren, porque casi siempre es un mandato, de alguien que se basa en razones que son intrínsecas pero a la vez ajenas a nosotros; los padres nos mandan en la minoría de edad, porque nos dieron la vida, y, nos la conservan, y, uno, a los 15 años se pregunta, qué culpa tiene él de eso, y si no sería mejor que lo dejasen vivir su vida, y entonces los mandatos de papá o de mamá se convierten en un lastre y, uno ansia la mayoría de edad, y, el ser adulto, para luego, pedir consejo a mamá, y, usar su experiencia, y, hasta cuando se mudan de domicilio terreno para el celestial, sucede lo mismo, pero es que entonces ya no hay mandato, hay consejo, hay búsqueda de cierta inspiración, no hay sometimiento de la voluntad no hay orgullo herido, de tener que obedecer porque ellos saben más, o quieren lo mejor para mí, que pueden equivocarse, y, lo que es peor pueden morirse
,Y la autoridad de los padres si viene directamente de Dios, digamos que Dios, y, los padres forman equipo.
Sí nos referimos a la ley civil mucho peor máxime, si son impuestas por un dictador, o, incluso en una democracia por quien no hemos votado, y, que además ha implantado una sociedad sin valores.
La ley de la Iglesia es la que más se acomoda a la ley de Dios, porque tiene la asistencia del Espíritu, y. porque además es indefectible, o sea que va durar siempre la Iglesia.
Pero, volviendo al principio,
¿Por qué la ley del Señor, alegra el corazón, y, por qué el salmista lo afirma si se la ha cargado tantas veces?
Pues precisamente, porque sabe la amargura que produce en el interior el pecado la ruptura con Dios, lo sabe él, y, lo sabemos todos, sabe de la amargura del remordimiento y, sabe porque también lo ha vivido, de la paz de la conciencia tranquila, por eso, porque gusto ambas cosas, puede decirlo.
Los preceptos del Señor, alegran el corazón; porque son dados por quien nos ama, no ahora, si no que nos amo, desde siempre, y, ese amor nos hizo existir existimos porque Dios nos ama, y nada más, porque Dios no precisa nada de nosotros, nada le añadimos, sin embargo su gloria es nuestra gloria, nuestro bien, como decía San Irineo, es nuestro bien, un padre puede desear tener un hijo médico, por el bien del hijo, pero también por el orgullo de ser padre de un médico, en Dios eso no se da, y, su amor es siempre el mismo, sin condiciones, no es cierto que ame más a los justos, no, en cierto modo ama más a los pecadores, pero lo malo del pecado es desde luego la ofensa a Dios, pero luego el que puede ser crónico, y, llevar a la muerte eterna.
Alegran el corazón, porque quien los da, ayuda a cumplirlos no deja solos, ahora además al hacerse hombre, e incorporarnos: a sí mismo, hacernos parte suya; los cumple con nosotros.
Quien los ha dado no se va ir nunca, Dios no muere jamás
Por qué van asegurados de promesas eternas
Porque no cambian, todas las leyes humanas cambian, se modifican, se vuelven trasnochadas la ley de Dios no, podremos conocerla, y, vivirla más perfectamente, pero su Palabra es siempre" Si, o. NO", por eso alegran el corazón sus mandatos.