La viuda de Naim. Santos y personas corrientes del NT.
Ser viuda y sin hijos en la época de Jesús y siglos posteriores era. Si la mujer no era rica por ella misma una desgracia. La viuda tenía que abandonar su casa, volver a la de sus padres, quedaba a merced de parientes si querían acoger la. Tenían el deber moral de hacer lo. Pero eso no quiere decir que lo hicieran
Si el difunto esposo tenía un hermano o un pariente. Esté podía tomarla por esposa para dar un hijo al difunto. Pero esto no se daba siempre.
Además si la mujer ya había sido madre en el matrimonio aunque solo fuese una vez. Y, ese hijo hubiera muerto. Ya no entraba dentro del Levirato ni del Goelato.
Su indefensión pues era total.
Le quedaba la mendicidad
La prostitución
En Roma y en Grecia la situación era un poco mejor.
Así pues la mujer de Naim, que Lucas nos presenta diciendo que
“Iban a enterrar a un joven, hijo único de su madre que era viuda, Jesús se acercó y le dijo “No llores”
Luego dijo al joven. “Joven yo te lo mando, levántate”
El joven se incorporó y, Jesús lo entrego a su madre.
Jesús dirá
Bienaventurados los que lloran porque serán consolados. El ve las lágrimas de aquella mujer como una oración, que además le recuerda que su madre cuando él muera, quedará si él no hace nada en la misma situación
La mujer no dice nada, seguro miró a Jesús raro. Cómo no iba llorar
Pero Jesús revive a su hijo, y se lo entrega.
Sería bonito que Lucas hubiese hablado de cómo reaccionó está señora. Pero no, nos lo dice, si de la comitiva, posiblemente ella y su hijo lo dijesen también
“Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su Pueblo”
La historia de esta mujer muestra que las lágrimas son oración.