Es una parábola
desconcertante; huele un poco a
injusticia.
Por un lado las vírgenes prudentes, que se encargaron de comprar aceite, para ir llenando las
alcuzas, estas lamparitas (no lo sabía
hasta que vi una); no tenían capacidad, más que para una gota de aceite.
Se duermen también, no estoy de acuerdo, y, me disculpen los
exegetas, pero como no son, Dios, ni tienen el Espíritu Santo, pues me permito
disentir, “que no sea malo dormirse”; es
malo, claro que es malo, pero, es, es casi inevitable, si no que le pregunten a
Pedro....
Aunque no es lo, peor, lo peor es no tener; “reservas”.
¿Más quien piensa en reservas, en tiempo de abundancia?
El hombre hormiga, no
abunda mucho, en el terreno espiritual, es decir que abundan salvo excepciones
más las necias que las prudentes
Las prudentes, a mi modo de ver, son injustas, egoístas, no comparten ni una sola
gota de aceite, con sus compañeras, son,
además fatalistas, “no vaya ser
que no llegue ni para vosotras ni para nosotras.
Y, una vez que están
en la fiesta, se olvidan de, las otras, de las que habían quedado fuera, ni una palabra dicen, al Novio sobre las
mismas, tal vez pensaron, mejor así más
tarta nupcial.
Las llamadas necias; no, son tan necias, se olvidan de
comprar el aceite, porque vieron sus
alcuzas llenas, y, no cayeron en la cuenta de que pronto, se consumiría,
y, salvo excepciones, viene
siendo lo que hacemos, la mayoría, no
olvidamos, de formarnos de fortalecernos, en la oración, y, los sacramentos,
porque nos sentimos a gusto, y no, nos damos cuenta de que la alcuza de nuestro
espíritu es muy pequeña, y, que un pequeño vaivén, que exija más fe, más fiducia,
nos deja a oscuras
Se duermen, lo que también han hecho las otras, pero las
prudentes disponen de aceite, para sustituir al que se consume, mientras sueñan con los
angelitos, ellas no.
Y, tienen que ir
comprar el aceite, esa es para mí su
primera, y, autentica necedad, no era tiempo de ir por aceites, si se hubieran
quedado donde estaban, habrían entrado iluminadas por la luz, del esposo, y, no habrían precisado
para nada sus lámparas, y, con arrimarse un poco a las que tenían las alcuzas
encendidas, también hubieran podido
encender sus lámparas; en lugar de eso,
se fueron de compras, y, se quedaron
fuera, su misión no era, ir comprar aceite, era esperar al novio.
No fue, la única tontuna que cometieron, otra, y,
definitiva, fue, cuando el novio, les pregunto. ¿Quiénes eran?
Su respuesta, fue, “Señor, ábrenos”
Como persona prudente, el novio, no abre, normal, es de noche, no se ve nada, fuera de
donde iluminan las luces, a saber quien se puede colar
Lo que tenían que responder, es que, “Eran las hijas menores
del dueño de la Casa, las hermanas del novio, las más pequeñuelas de la
familia, y, por eso, las más traviesas,
tontuelas, y, recordar al novio, todo lo
que había hecho por sus hermanitas, y, hasta ser un poco malas, diciendo, “venga,
que nos helamos, abre ya”; y, las puertas se hubieran abierto de par en par, porque
jamás, se le negó a un hijo, la entrada
en su casa.
Por ello mi conclusión es, que lo que el novio, es decir Jesús,
quiere decir me aquí; es que sólo, hay
una forma de entrar en su Casa, nuestra casa, y, no es ni con alcuzas, ni sin ellas, no es cumpliendo ritos, que están bien, es
siendo hija de su Padre, y, sólo se es hijo, si se esta vivo, y, vivo, sólo es
quien, tiene a Jesús, es decir quien, esta en Gracia, claro que Dios, puede, y, sabe, resucitar a los muertos,
que quieren ser resucitados.